Hard Miles (2024)

“Hard Miles” no es solo un drama deportivo; es un recordatorio visceral de la capacidad de redención que reside incluso en los rincones más oscuros de la juventud. Dirigida con sensibilidad y una mirada implacable a menudo ausente en el género, la película de Mark Williams nos presenta la historia de Danny “Brick” Brickman, un trabajador social con un pasado marcado por la tragedia, y su ambiciosa iniciativa de reunir un equipo de jóvenes convictos y llevarlos en un exigente viaje en bicicleta de 1.000 millas. El resultado es una película profundamente conmovedora que explora temas como la responsabilidad, la justicia, la pérdida y, sobre todo, la importancia de encontrar un propósito.

La dirección de Williams es magistral en su enfoque naturalista. Evita la sentimentalidad gratuita y se concentra en el proceso, en la lucha física y emocional de los jóvenes ciclistas. La filmación es exuberante, capturando la belleza agreste de los paisajes del suroeste americano, pero también la dureza de la jornada, el sudor, la fatiga y el dolor. Las largas tomas de los ciclistas pedaleando sin cesar, con la luz del sol implacable golpeándoles la espalda, son particularmente impactantes, comunicando el esfuerzo extremo de la tarea que emprenden. La banda sonora, sutil pero efectiva, complementa la imagen, subrayando momentos de vulnerabilidad y de determinación.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de los jóvenes protagonistas. Joshua Britt y Jackson Davis, interpretando a Caleb y Samuel respectivamente, ofrecen interpretaciones creíbles y matizadas. No son héroes perfectos; son jóvenes con problemas, con traumas, con la necesidad desesperada de ser vistos y escuchados. Su evolución a lo largo del viaje es gradual pero palpable. El personaje de Brick, interpretado por Michael Trapp, es particularmente convincente; su lucha interna, su búsqueda de la redención, es el corazón emocional de la película. No hay simplificaciones ni personajes caricaturescos; cada uno de los jóvenes tiene una historia que contar, una motivación personal para continuar. La película logra mostrar la complejidad de sus motivaciones y sus miedos, sin caer en clichés.

El guion, adaptado de la vida real de Greg Townsend, es inteligente y evita los clichés del género. La historia no se basa en la mera superación deportiva, sino en el viaje de autodescubrimiento de los jóvenes. Se exploran las dinámicas de grupo, la lealtad, el sacrificio y la necesidad de enfrentarse a sus propios demonios. La película plantea preguntas difíciles sobre el sistema penitenciario y su capacidad para rehabilitar, sin ofrecer respuestas fáciles. Es una reflexión sobre la justicia social y la posibilidad de ofrecer una segunda oportunidad a aquellos que han cometido errores. La película no rehúye los momentos difíciles, mostrando las consecuencias de sus actos y la lucha por reconstruir sus vidas.

Nota: 8/10