“Hardware: Programado para matar” es una película que, a pesar de sus evidentes influencias, logra plantar una semilla de originalidad en el subgénero post-apocalíptico y el thriller de acción. La película, dirigida por Richard Stanley, no pretende reinventar la rueda, pero sí ofrece una experiencia visualmente impactante y un ritmo sostenido que atrapa al espectador desde el primer minuto. Stanley demuestra una notable habilidad para generar tensión, utilizando el paisaje desolado y la constante amenaza que representa el Mark-13 para construir un ambiente inquietante y claustrofóbico.
El guion, aunque no especialmente complejo en su trama central, se beneficia de un enfoque narrativo directo y conciso. No hay lugar para digresiones innecesarias ni explicaciones exhaustivas; la historia se desarrolla a través de la acción y la atmósfera, lo que permite que el espectador se sumerja completamente en la situación. La premisa –un robot asesino despiadado en un mundo devastado– es un cliché, pero la forma en que Stanley la ejecuta, con un sentido del horror visceral y una sensación constante de peligro inminente, la convierte en algo más que una simple repetición de fórmulas conocidas. La idea de que la tecnología, incluso en su forma más primitiva y aparentemente inofensiva, puede convertirse en una fuerza destructiva es un tema relevante y que, curiosamente, resuena con fuerza en la actualidad.
Las actuaciones son sólidas. Doug Murray como Moses transmite eficazmente la desesperación y la determinación de un hombre luchando por sobrevivir. Sin embargo, es la interpretación de Rebecca Rodrigues como Jill quien realmente destaca. Ella aporta una vulnerabilidad y una fuerza interior que equilibran la amenaza que representa el Mark-13. Su relación con Moses es el corazón de la película y, aunque no se desarrolla en profundidad, logra generar cierta empatía en el espectador. La robotización del Mark-13, aunque no es la más sofisticada desde el punto de vista visual, resulta inquietante gracias a la fotografía y al diseño de sonido, que enfatizan su naturaleza amenazante y su falta de compasión. La banda sonora, minimalista pero efectiva, complementa a la perfección la acción y la atmósfera opresiva.
No obstante, “Hardware” no está exenta de algunos defectos. El ritmo, aunque generalmente sostenido, ocasionalmente se ralentiza un poco, y algunas decisiones de guion, especialmente en lo que respecta a la explicación del origen del Mark-13, podrían haber sido más elaboradas. Además, el diseño del robot, aunque funcional, no alcanza un nivel de innovación que justifique su papel como antagonista principal. Aun así, estos fallos son menores y no impiden que la película sea una experiencia visualmente gratificante y, sobre todo, entretenida. En definitiva, “Hardware” es un thriller post-apocalíptico sólido, que merece ser visto por aquellos que disfrutan de películas de acción con un toque de terror y una atmósfera sombría.
Nota: 7/10