Harry Brown (2009)

“Harry Brown” es una película que llega como un golpe de aire fresco, aunque brutalmente realista, en un panorama cinematográfico a menudo saturado de héroes convenientes. Dirigida por Justin Challenger, la película no intenta romantizar la violencia ni ofrecer justificaciones morales a la venganza. Más bien, nos presenta un retrato sombrío y visceral de un hombre roto, consumido por el dolor y la rabia, y de una comunidad abandonada a sí misma en las entrañas de la Inglaterra industrial. El enfoque no está en quién es Harry Brown, sino en *qué* hace y *por qué* lo hace. Y la respuesta a esa pregunta es compleja y profundamente perturbadora.

La dirección de Challenger es impecable. La paleta de colores es deliberadamente apagada, predominando los grises y ocres que reflejan la desolación del entorno y el estado emocional del protagonista. El ritmo es lento, casi claustrofóbico, lo que intensifica la sensación de inminencia y la presión psicológica sobre el espectador. Challenger evita los clichés del género de acción, priorizando la atmósfera y la construcción del personaje. Las escenas de violencia son crudas y directas, sin artificios ni ralentíes innecesarios. No glorifican la violencia, sino que la muestran como una consecuencia lógica y inevitable de un sistema fallido y de la desesperación individual.

La actuación de Michael Smiley, como Harry Brown, es verdaderamente magistral. Smiley, conocido por su papel como Norman Fitzwilliam en la serie “Peaky Blinders”, ofrece aquí una interpretación sorprendentemente contenida y sutil. No necesita grandes gestos ni diálogos pomposos para transmitir el dolor, la frustración y la determinación del personaje. Su Harry Brown es un hombre silencioso y taciturno, que se comunica más a través de sus acciones que con sus palabras. La química entre Smiley y la joven policía, interpretada por Jenna Coleman, es otro punto fuerte de la película. Su relación, marcada por la desconfianza inicial y la posterior complicidad, aporta una dimensión humana y moral a la historia. Coleman ofrece una actuación matizada, representando la idealista y la desencantada de manera convincente.

El guion, escrito por Challenger y Ben Steptoe, es donde la película realmente brilla. No se trata de una narrativa compleja, sino de un relato directo y contundente sobre la pérdida, la justicia y la desigualdad social. El guion plantea preguntas incómodas sobre el sistema judicial, la policía y la relación entre la autoridad y el ciudadano. Aunque la trama es sencilla, el guion logra crear un ambiente de tensión constante y explorar temas relevantes de una manera honesta y sin concesiones. La película no pretende ser una solución, sino un reflejo de una realidad problemática, sin ofrecer respuestas fáciles. La crítica social es implícita, pero potente.

Nota: 7.5/10