Harry e hijo (1984)

“Harry e Hijo” es una película que, a primera vista, podría pasar desapercibida, pero que, tras una correcta observación, revela una profundidad emocional sorprendente y una sutil crítica a las relaciones familiares. Dirigida por John Gluck, la película no se adscribe a los clichés del drama familiar, optando por un tono realista y, a menudo, incómodo que resuena particularmente en un contexto actual donde las dificultades económicas y la soledad son preocupaciones palpables.

El punto de partida –Harry, un hombre en el borde, tanto físico como emocionalmente– es el terreno fértil para la historia. James Caan, en un papel que parece estar al borde de su carrera, ofrece una actuación magistral. Su Harry es un hombre marcado por la pérdida, la enfermedad y el arrepentimiento, y lo hace con una vulnerabilidad que no siempre se ve en personajes similares. No es un héroe idealizado; es un hombre imperfecto, frágil, que lucha por encontrar un propósito en sus últimos años. La dirección de Gluck se centra en el detalle, capturando la dureza de su trabajo, la lentitud de sus movimientos y, sobre todo, la creciente desesperación en su mirada. La película consigue transmitir la sensación de que Harry está desmoronándose, y no se limita a mostrarlo; lo transmite visceralmente.

La dinámica entre Harry y su hijo, Billy (Charlie Sheen), es el corazón de la película. La frustración, la incomunicación y la falta de comprensión mutua se plasman en conversaciones a medio gas y miradas cargadas de significado. Sheen aporta una interpretación realista al personaje de Billy, un adolescente al que le cuesta entender la crisis de su padre. No es un antagonista, sino un reflejo de la propia búsqueda de Harry, un intento de conectar con el mundo a través de su hijo. La relación es compleja y, a menudo, dolorosa, pero también revela un amor incondicional que, a pesar del conflicto, es evidente.

El guion, escrito por Gluck, es modesto pero efectivo. Se centra en las pequeñas decisiones, las conversaciones cotidianas y los momentos de silencio. No hay grandes revelaciones ni giros inesperados. En cambio, la película se enfoca en la construcción gradual de las emociones, en la exploración de los matices de las relaciones humanas. El tema central de la película -la dificultad para conectar, la pérdida del trabajo y la búsqueda de un nuevo sentido en la vida - es universal, lo que la hace accesible al espectador. Sin embargo, la película no intenta ofrecer soluciones fáciles, sino más bien, plantea la cuestión de si es posible reconstruir una vida después de una caída.

A pesar de que la trama es relativamente simple, la atmósfera general es muy potente. La fotografía, con un uso constante de la luz natural, contribuye a crear una sensación de realismo y melancolía. La banda sonora, discreta pero efectiva, acompaña sin interrupciones la narrativa. "Harry e Hijo" no es un drama explosivo, sino una reflexión delicada sobre el amor, la familia y la dificultad de aceptar el cambio. Es una película que permanece en la memoria mucho después de que termina.

Nota: 7.5/10