Hasta el horizonte (2020)

“Hasta el horizonte” no es una película que te dejará con una reflexión profunda sobre la vida, sino una tensa y, a su manera, efectiva experiencia cinematográfica centrada en la supervivencia y el miedo. Dirigida por Ben van Schenk, la película se aprovecha al máximo de su premisa: una pareja, los recién casados Liam y Molly, se ven repentinamente a solas en un avión alquilado, con un piloto inesperadamente víctima de un infarto y la isla tropical aparentemente inútilmente lejana.

La película se beneficia enormemente de su simplicidad. Evita la sobreexplotación de clichés de supervivencia y se centra, con una audacia refrescante, en la química de las actuaciones de Sam Claflin y Freya Tingley. Claflin, que por momentos parece incómodo con la rigidez del papel, logra transmitir con éxito la creciente desesperación y el instinto de supervivencia de Liam. Tingley, en cambio, aporta una vitalidad y una vulnerabilidad que equilibran la desesperación masculina. Su interpretación es, en mi opinión, la estrella indiscutible del filme. La relación entre Liam y Molly, construida con sutileza a lo largo de los primeros minutos, se intensifica dramáticamente a medida que la situación empeora, convirtiéndose en el verdadero motor de la película. Observar cómo sus diferentes personalidades se ponen a prueba bajo presión es, en última instancia, lo que hace que “Hasta el horizonte” sea más interesante que una simple persecución de supervivencia.

La dirección de Ben van Schenk es deliberadamente austera. La paleta de colores, dominada por los tonos terrosos de la isla y los grises del avión, refleja la creciente sensación de aislamiento y claustrofobia. La película se basa en la tensión visual y auditiva, utilizando ángulos de cámara inusuales y un sonido envolvente para sumergir al espectador en la experiencia de los protagonistas. Es una dirección cuidadosa, pero no espectaculares. La película no necesita de efectos especiales grandilocuentes para generar impacto; su fuerza reside en la incertidumbre y la amenaza constante. La banda sonora, sutil pero efectiva, acentúa la sensación de vulnerabilidad.

El guion, aunque conciso, es preciso. Evita predecibles giros argumentales y se concentra en los detalles cruciales para el desarrollo de la trama. El ritmo es pausado, lo que permite que la tensión se acumule gradualmente. Sin embargo, debo reconocer que el final, aunque satisfactorio en su resolución, podría haber tenido un mayor impacto emocional. La película, en general, está bien escrita, pero le falta una profundidad temática que le permitiera trascender la pura experiencia de supervivencia. Se podría argumentar que su fuerza está en ser un simple thriller de supervivencia, pero esta simplicidad también es su principal debilidad. Se podría haber explorado más las implicaciones psicológicas y emocionales del aislamiento y la desesperación.

Nota: 6.5/10