Hasta que el cura nos separe (2007)

“Hasta que el cura nos separe” ( “Til” en su título original) no es una comedia romántica convencional. Es, en realidad, un estudio sutil, y a veces exasperante, de cómo el amor y la privacidad pueden ser desafiados por las expectativas, el deber y la bien intencionada pero invasiva autoridad. La película, dirigida por Chris Metzen y Ben Winslow, se basa en una premisa original – un programa de preparación para el matrimonio diseñado por un sacerdote excéntrico – pero es en la ejecución donde realmente destaca, ofreciendo momentos genuinamente divertidos y, sorprendentemente, conmovedores.

La dirección de Chris Metzen es precisa y mantiene un equilibrio constante entre la comedia pastelera y las tensiones que emergen entre Ben (John Krasinski) y Sadie (Mandy Moore). Krasinski aporta una serenidad y un humor seco al papel de Ben, un tipo bastante normal que se ve arrastrado por un sistema de preparación que parece diseñado para desgastar la paciencia. La química entre Krasinski y Moore es excelente; observamos su relación evolucionar, pasando de la ilusión inicial a la frustración, la exasperación y, finalmente, a una comprensión más profunda. Mandy Moore ofrece una actuación sutil, mostrando la incomodidad y la resistencia de Sadie de forma creíble. Sin embargo, la verdadera joya de la película es Robin Williams como el reverendo Frank. Williams, como siempre, es un torbellino de energía y excentricidad, pero esta vez, su interpretación es excepcionalmente matizada. Es un hombre que realmente cree en su método, convencido de que está haciendo lo correcto para los jóvenes, incluso si eso implica invadir su espacio personal de manera cuestionable.

El guion, escrito por Scott Neustadter y Steve Taylor, se beneficia del personaje de Frank, que sirve como un catalizador para explorar los límites del compromiso y el respeto. Las escenas que involucran al reverendo Frank son particularmente memorables, no solo por la hilaridad que provocan, sino también por su capacidad de revelar la vulnerabilidad subyacente en el corazón de ambos protagonistas. El guion evita las soluciones fáciles y los clichés, optando por una exploración realista de las dificultades que pueden surgir cuando las expectativas se contradicen con la necesidad de espacio personal. A pesar del humor predominante, la película no rehúye de ciertos momentos de angustia y señala las consecuencias emocionales del constante intrusismo. La película, en definitiva, no busca la risa fácil, sino un reflejo honesto, aunque ligeramente caricaturizado, de la complejidad de las relaciones.

Aunque el ritmo puede ser un poco irregular en algunos momentos, y algunas situaciones se sienten un tanto exageradas, “Hasta que el cura nos separe” es una comedia romántica inteligente y sorprendentemente sincera. No se trata solo de una historia de amor; es una reflexión sobre la autenticidad, el compromiso y la importancia de definir, individualmente y en pareja, los límites que permiten una relación sana y feliz. La película se aleja de las convenciones del género, ofreciendo un planteamiento original y unicientes actuaciones.

Nota: 7/10