Havas (2017)

“Havas” no es una película fácil de digerir, ni tampoco pretende serlo. Sam Derakhshani y Leila Otadi, en una de sus interpretaciones más cautivadoras, nos sumergen en un universo emocionalmente rico, pero también inquietantemente ambiguo. Derakhshani y Otadi ofrecen una actuación increíblemente sutil y natural, construyendo la base de una historia que se sostiene por la fuerza de sus emociones y la ausencia deliberada de explicaciones. No se trata de un romance convencional, sino de una exploración más profunda de la obsesión, el deseo, y la desesperación por conectar cuando la realidad distorsiona el significado de la intimidad.

La dirección de Sam Derakhshani es, sin duda, el pilar central de la película. No se apoya en artificios visuales o efectos especiales, sino que confía en la atmósfera, en la fotografía tenue y en la composición deliberada de cada plano para transmitir la sensación de claustrofobia y anhelo que impregna la narrativa. La luz, o la ausencia de ella, juega un papel fundamental, reflejando el estado emocional de los personajes y marcando los momentos de revelación o crisis. El uso del espacio, a menudo reducido a interiores intimistas, intensifica el sentido de aislamiento y la lucha interna de cada personaje.

El guion, escrito por los mismos Derakhshani y Otadi, es un ejercicio de sutileza. No hay diálogos floridos ni momentos de grandilocuencia. La historia avanza a través de miradas, gestos y silencios prolongados. La ambigüedad, lejos de ser un defecto, es una de las mayores fortalezas de la película. No nos da respuestas fáciles, sino que nos deja con preguntas inquietantes sobre la naturaleza del amor y el impacto de las decisiones personales. La película explora la idea de que el pasado, incluso los recuerdos más dolorosos, pueden ejercer un control incontrolable sobre el presente, y que la búsqueda de la verdad puede llevar a la destrucción. El guion es inteligente, provocador y, sobre todo, honesto en su representación de las complejidades de las relaciones humanas.

Las actuaciones de Derakhshani y Otadi son, como se ha mencionado, excepcionales. Su química, invisible pero palpable, es el motor de la película. Logran transmitir con el mínimo de recursos la desesperación, la vulnerabilidad y el deseo de escapar de un destino que parece estar predestinado. No se limitan a interpretar roles; se convierten en los personajes, perdidos en sus propios mundos emocionales. Es un trabajo de un alto nivel, sin concesiones y con una intensidad que te absorbe desde el primer momento.

En definitiva, “Havas” es una película que te dejará pensando mucho después de que terminen los créditos. Es una obra audaz y conmovedora, que desafía las convenciones del cine romántico y nos invita a reflexionar sobre la fragilidad del corazón y la complejidad de las relaciones humanas. No es un disfrute inmediato, pero es una experiencia cinematográfica que merece la pena.

Nota: 8/10