“Hello I Must Be Going” es una película sorprendentemente sutil y conmovedora, un pequeño tesoro que emerge de la inmensidad del cine independiente. Dirigida por Brady Corbitt, la película no busca grandilocuencias ni efectos especiales, sino que se centra en el crudo realismo de la vida cotidiana, especialmente en el momento de crisis personal. Amy Minsky, interpretada magistralmente por la actriz principal, encarna esa sensación de déjà vu existencial que tantos de nosotros hemos experimentado al encontrarnos con la inevitabilidad de la edad y las expectativas impuestas por la sociedad. Su personaje, Amy, es un reflejo de la frustración y el sentimiento de no haber alcanzado las metas propuestas, un cliché que la película desmitifica con una honestidad brutal.
La dirección de Corbitt se caracteriza por una economía visual y una atención meticulosa a los pequeños detalles. No se apoya en diálogos expositivos para revelar la psicología de los personajes; en cambio, la cámara observa a Amy en sus momentos de soledad, en sus intentos fallidos de conectar con otros, en sus reflexiones silenciosas. Esta aproximación, similar a la de Wong Kar-wai en algunos momentos, permite al espectador empatizar profundamente con su situación. La película se desarrolla principalmente en el espacio reducido de la casa de sus padres, lo que intensifica la sensación de encierro y de falta de libertad, elementos que contribuyen al tono melancólico que impregna la trama. La fotografía, con una paleta de colores apagados y una iluminación natural, refuerza esa atmósfera de desolación, sin caer en el melodrama.
La actuación de Amy Minsky es el punto central de la película. Lejos de buscar la grandilocuencia, interpreta a Amy con una vulnerabilidad conmovedora. Su mirada, a menudo vacía o distraída, expresa la confusión y la desesperación de una mujer atrapada en una rutina que ya no la satisface. La química con el joven Toby, interpretado por Joe Estevez, es sutil pero palpable, generando un choque generacional que obliga a ambas partes a cuestionar sus propias vidas y perspectivas. Estevez ofrece una interpretación naturalista, sin forzar la relación y aportando una frescura inesperada a la historia. La película no ofrece una explicación completa de su conexión, dejando en el aire la posibilidad de una auténtica conexión o simplemente una necesidad mutua. Este ambigüedad es, sin duda, uno de los aspectos más efectivos de la narrativa.
El guion, escrito por Corbitt y Nick Stangler, es inteligente y delicado. Evita los clichés del melodrama romántico, concentrándose en la exploración de la identidad y la búsqueda de sentido. La película no ofrece respuestas fáciles ni finales felices, sino que presenta un retrato honesto de la lucha interna de una mujer que se enfrenta a la realidad con valentía y una pizca de humor negro. A pesar de su temática introspectiva, “Hello I Must Be Going” es, en última instancia, una película sobre la esperanza, sobre la posibilidad de encontrar un nuevo camino incluso cuando el futuro parece incierto. La película se abre a interpretaciones, invitando al espectador a reflexionar sobre sus propias decisiones y prioridades.
Nota: 7/10