Henry: Retrato de un asesino (1986)

“Henry: Retrato de un asesino” no es una película para ser vista de forma casual. Es una obra visceral, perturbadora y profundamente incómoda que se instala en la mente del espectador como un eco persistente. Dirigida con maestría por Bobby Karpas, la película se adentra en las profundidades de la psique de Henry Lee Lucas, un criminal que, para muchos, fue uno de los asesinos más sanguinarios de la historia. Karpas no busca glorificar ni justificar la violencia, sino documentarla con una frialdad casi científica, como si se tratara de un estudio de caso sobre la oscuridad que reside en el ser humano.

La película se construye a través de una narrativa fragmentada y no lineal. No se nos presenta una cronología lineal de los crímenes de Henry, sino que nos sumerge en un torbellino de recuerdos, fantasías y obsesiones. Esta estructura, aunque confusa al principio, sirve para resaltar la naturaleza caótica y desordenada del pensamiento de Henry, reflejando su incapacidad para establecer una conexión coherente con la realidad. La dirección de Karpas es impecable en su manejo de la atmósfera, utilizando la iluminación y la banda sonora para crear una sensación constante de opresión y amenaza. Las escenas de ejecución son impactantes, no por su espectacularidad, sino por su crudeza y la deshumanización de las víctimas.

Las actuaciones son, en general, sobresalientes. Kyle Chandler ofrece una interpretación magistral de Henry, transmitiendo una mezcla inquietante de vulnerabilidad y violencia. Su personaje no es un monstruo unidimensional, sino un individuo marcado por una infancia traumática y una necesidad desesperada de control. La presencia de Bryan Cranston como Otis es fundamental para el desarrollo de la trama, aportando una sombra de complicidad y un análisis, a menudo silencioso, del comportamiento de Henry. Sin embargo, el papel de Molly Hagan como Becky es el que menos convence, aunque su interpretación es respetable, la relación con Henry se siente, a veces, artificial y poco desarrollada.

El guion, adaptado de la propia historia de Lucas, se vale de una ambigüedad deliberada para mantener al espectador en un constante estado de incertidumbre. La película plantea preguntas sobre la responsabilidad, la enfermedad mental y la naturaleza de la memoria. ¿Es Henry un criminal por naturaleza, o simplemente un producto de un entorno devastador? ¿Hasta qué punto la realidad se distorsiona en la mente de un hombre como él? La película no ofrece respuestas fáciles, sino que deja que el espectador saque sus propias conclusiones. Es un guion inteligente y provocador, que desafía las convenciones del género thriller y plantea cuestiones morales complejas. No es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica inolvidable que te obligará a confrontar tus propios miedos y prejuicios.

Nota: 8/10