‘Hercules Returns’ no es, en absoluto, una película que esperaras encontrar en las listas de los grandes clásicos. No pretende serlo. Más bien, es una celebración del cine como lo entendían – y lo disfrutaban – los pequeños cines de provincia en los años 80, con sus limitaciones técnicas y su espíritu comunitario. La película de Bruce Spence, con un guion que parece nacido de una conversación informal entre amigos, se centra en la singularidad de este circuito de exhibición que está a punto de desaparecer. Spence, conocido por su trabajo en ‘Chopper’ y ‘The Wild Ride’, no se anda con rodeos: ofrece un metatexto sobre el cine, la nostalgia y la importancia de la conexión humana en un mundo cada vez más digital.
El núcleo de la trama, la necesidad urgente de doblar una película italiana al instante para una última función, es inherentemente absurda y, de alguna manera, perfectamente lograda. La premisa funciona como un catalizador para explorar la dinámica del equipo: Brad, el visionario que busca revivir el cine; David Argue, el técnico de sonido obsesionado con la perfección; Michael Carman, el encargado de la publicidad, y el resto del equipo. Spence construye un ambiente de caos controlado, donde el ritmo se basa en la improvisación y la urgencia. La comedia se basa en el humor situacional, en las reacciones exageradas y en las frustraciones de un equipo que lucha contra el tiempo y contra sus propias limitaciones.
Las actuaciones son sólidas, sin llegar a ser brillantes. La química entre el reparto es palpable, y es evidente que se divierten interpretando a sus personajes. Sin embargo, ninguno de ellos alcanza el estatus de estrella. Sus roles están diseñados para ser accesibles y cercanos, y se centran más en la comedia de enredo que en la profundidad emocional. Sin embargo, esto, precisamente, es una virtud de la película: no intenta complacer a nadie, simplemente ofrece un entretenimiento ligero y agradable.
En cuanto a la dirección, Spence demuestra su maestría en la creación de atmósferas. El cine, con sus asientos desgastados y sus luces parpadeantes, se convierte en un personaje más de la película. La banda sonora, con canciones de la época, contribuye a generar un ambiente nostálgico y evocador. No es una película que revolucionará el género ni que dejará huella en la historia del cine, pero es un pequeño y divertido homenaje a un tiempo que ya no existe, y una reflexión sobre la importancia de la experiencia colectiva del cine. Es una película que, en su simplicidad, funciona sorprendentemente bien.
Nota: 6/10