Herida Abierta (2001)

“Herida Abierta” no es la típica película de acción, ni siquiera la más convencional dentro del género policial. Es una reflexión inquietante sobre la moralidad, la redención y las cicatrices que el pasado deja en el alma. La película, dirigida con maestría por Robert Machoian, se adentra en la oscuridad de Detroit, un entorno implacable que se convierte en el espejo de la corrupción que corroe el sistema desde dentro. La premisa, inicialmente sencilla - un policía herido tras un tiroteo y el rescate del vicepresidente - se desenvuelve en una trama intrincada y sorda, que se construye lentamente, como una herida que se abre paso a través de la piel.

La película se centra en Orin Boyd (Bryan Cranston), un hombre marcado por la violencia y el trauma, que se ve obligado a desplazarse a uno de los barrios más peligrosos de Detroit. La ejecución de la trama es deliberadamente pausada, lo que puede resultar frustrante para algunos espectadores acostumbrados a la acción desenfrenada. Sin embargo, esta lentitud es precisamente lo que permite que el público se conecte profundamente con el personaje de Cranston, que ofrece una interpretación magnífica y llena de matices. Su Orin Boyd es un hombre roto, atormentado por su pasado y incapaz de conectar con los demás. Cranston logra transmitir con una sutileza asombrosa la desesperación y el conflicto interno de su personaje, creando una presencia que permanece en la mente mucho después de que terminan los créditos.

La relación entre Orin y Latrell Walker (Devon Sivers) es el núcleo emocional de la película. Esta alianzas, forjada en la desconfianza y la necesidad mutua, es la que finalmente da rumbo a la historia. Sivers, en un papel que no le resta su carisma, ofrece una actuación convincente como el gánster ambivalente. Aunque sus motivaciones son cuestionables, se establece una conexión genuina con Orin, que va más allá de la mera conveniencia. La dinámica entre ambos es realista y compleja, evitando caer en estereotipos y ofreciendo un retrato interesante de la convivencia entre el bien y el mal.

La dirección de Machoian se distingue por su fotografía evocadora, que utiliza la oscuridad y el color para crear una atmósfera opresiva y melancólica. Las escenas nocturnas, iluminadas con una luz naranja y rojiza, son especialmente impactantes y contribuyen a transmitir la desesperación y la corrupción que envuelven la ciudad. La banda sonora, minimalista y atmosférica, complementa a la perfección la imagen y refuerza la sensación de inquietud. Si bien el guion, escrito por Machoian y Peter Benson, se basa en elementos del thriller criminal, no se limita a la acción y la violencia. Explora temas como la injusticia social, la corrupción policial y el impacto del trauma en la vida de las personas. Sin embargo, a veces la película se pierde en detalles que no contribuyen significativamente al desarrollo de la trama principal.

Nota: 7/10