“Heroína” es una película que, a primera vista, podría parecer una simple crónica familiar sobre el devastador impacto de la adicción. Sin embargo, la visión de Miguel Ángel Fuista se erige como una denuncia social profundamente arraigada, un retrato crudo y sin concesiones de la Galicia rural en la década de 1980, un periodo convulsionado por el auge del narcotráfico y su escalofriante influencia en las comunidades. La película no se centra en la dramatización de un único drama, sino en la multiplicidad de historias individuales que se entrelazan, creando una sensación de inmersión total en un entorno moribundo y desamparado.
La dirección de Fuista es magistral en su capacidad para crear una atmósfera de opresión y desesperación. El uso del color, principalmente en tonos apagados y terrosos, y la fotografía de José Luis Rosado, contribuyen a un ambiente claustrofóbico y denso. La cámara suele ser discreta, observando desde la distancia, casi como un fantasma, permitiéndonos presenciar la tragedia sin intervenir, solo documentándola. Es una estrategia que potencia la sensación de impotencia y la fragilidad de las vidas que se exploran. No hay flashbacks ni explicaciones, lo que obliga al espectador a inferir las causas y consecuencias de la adicción y el tráfico de drogas, profundizando así en la complejidad del tema.
Las actuaciones son excepcionales. Ana Torrent, en el papel de Pilar, ofrece una interpretación poderosa y convincente, transmitiendo la angustia, la impotencia y la determinación de una madre que lucha por salvar a su hijo. Su Pilar es una mujer terrenal, vulnerable pero también incansable. El resto del elenco, que incluye a actores como Javier Godino y el también notable Manuel Lobatón, realizan un trabajo igualmente impecable, dando vida a personajes realistas y complejos, cada uno con sus propias heridas y motivaciones. La química entre los actores es palpable y contribuye a la autenticidad de las interacciones.
El guion, adaptado de la novela homónima de Uxía Fernández, es el corazón de la película. Fuista no rehúye la realidad cruda y el enfoque en la investigación de la epidemia de adicción, explorando no solo el consumo sino también las estructuras criminales que la impulsan y las consecuencias en el tejido social. La película va más allá de la simple historia familiar, convirtiéndose en un retrato social y político que denuncia la corrupción, la impunidad y la falta de recursos para abordar el problema. La película no ofrece soluciones fáciles, sino que plantea preguntas incómodas y obliga a reflexionar sobre las causas y posibles consecuencias de la adicción en una sociedad en crisis. La historia de Pilar no es solo la de una madre, es la de una comunidad entera al borde del abismo. Es una película que duele, que incomoda, pero que, sin duda, es esencial para comprender la realidad de una época y un territorio.
Nota: 8.5/10