High Art (1998)

“High Art” (1998) es una película que se instala en la memoria como una resonancia inquietante, no por su drama o espectacularidad, sino por su atmósfera opresiva y la disección psicológica de sus personajes. Dirigida por Richard Linklater, con una paleta de colores apagados y una banda sonora minimalista que amplifica la sensación de vacío, la película se centra en la relación laboral y personal que se desarrolla entre Lucy Berliner (Julianne Moore) y Syd (Caroline Woodward). Moore ofrece una actuación magistral, retratando a Lucy como una mujer consumida por el pasado, una artista con talento pero con la bruma de las adicciones y las decepciones amorosas sobre sus hombros. No es una interpretación grandilocuente, sino una lectura sutil y matizada de la desesperación, la frustración y el intento desesperado de aferrarse a algo que se siente irrupiendo.

Caroline Woodward, como Syd, contrasta con la veteranía de Lucy. Su juventud, idealismo y ambición crean una dinámica interesante. El guion, a pesar de sus momentos lentos y contemplativos –una característica distintiva del estilo de Linklater – evita los clichés del melodrama. La película no busca justificar las adicciones de Lucy, sino explorar las consecuencias de sus elecciones y la forma en que éstas impactan en su vida. El guion se centra en el proceso creativo, el mercado del arte y la presión social que pesa sobre las mujeres artistas en los años 90. Sin embargo, la verdadera fuerza de la película reside en el juego de miradas y silencios entre Lucy y Syd. La comunicación, o la falta de ella, se manifiesta en cada encuentro, en cada gesto, en cada conversación interrumpida. Es una danza tensa y compleja, donde la atracción, el resentimiento y la manipulación se entrelazan.

El trabajo de dirección de Linklater es impecable en la construcción del espacio narrativo. Las escenas en el estudio de fotografía, en la galería de arte y en los bares nocturnos se sienten reales, palpables. La película no se preocupa por dar explicaciones fáciles, dejando que las interpretaciones del espectador se formulen a partir de las sutilezas que ofrece. La fotografía de Thomas Hoppner, con esos tonos verdosos y amarillentos que evocan la melancolía, es fundamental para el tono general de la película. La banda sonora, compuesta por Alexandre Desplat, es discreta pero efectiva, reforzando la atmósfera de soledad y decadencia. "High Art" no es una película fácil de ver o de digerir, pero es una experiencia cinematográfica recompensadora para aquellos que buscan películas que exploren la complejidad de la naturaleza humana, la ambición artística y las consecuencias de las decisiones tomadas.

Nota: 8/10