High School (2010)

“High School”, dirigida por Michael C. Baldwin, no es precisamente una obra maestra cinematográfica, pero sí una pequeña joya de cine independiente que sabe explorar con agilidad la adolescencia, la presión social y la búsqueda de la identidad. La película, que no se anda con rodeos al presentar un escenario realista y, en ocasiones, desesperanzador, se centra en Henry, interpretado con una notable sutileza por Matt Bush. Su personaje, un joven brillante y ambicioso, se encuentra en un momento crucial de su vida: un discurso de despedida y, casi simultáneamente, una decisión que podría cambiarlo todo. La elección de probar marihuana, impulsada por la necesidad de sentirse diferente y, quizás, de rebelarse contra las expectativas de su entorno, desencadena una serie de eventos que revelan las tensiones subyacentes dentro del instituto y la fragilidad de la juventud.

La dirección de Baldwin es competente, especialmente en lo que respecta a la atmósfera. La película captura con éxito el ambiente claustrofóbico de un instituto donde la conformidad es la norma y las minorías se sienten marginadas. Se percibe una tensión constante, un silencio cargado de significados que anticipan el desenlace. La fotografía, aunque no deslumbrante, es funcional y contribuye a la sensación de opresión. Michael Chiklis, como el director Gordon, ofrece una interpretación firme y sin excesos, representando a una autoridad rígida que, en realidad, se ve enfrentada a un dilema moral complejo, aunque nunca se profundice en él. El actor transmite un sentido de frustración y desorientación ante la situación, añadiendo una capa de humanidad a un personaje que podría haber sido simplemente un antagonista frío y distante.

Sin embargo, el verdadero corazón de la película reside en las interpretaciones de los jóvenes actores. Saean Marquette aporta una gran credibilidad a Breaux, el amigo de Henry, un personaje que ofrece una visión refrescante y honesta sobre las presiones sociales y el deseo de pertenecer. La relación entre Henry y Breaux se construye de forma natural y convincente, mostrando una amistad basada en la vulnerabilidad y el apoyo mutuo. La química entre Bush y Marquette es palpable, y sus actuaciones ayudan a que la historia sea mucho más emotiva. El guion, en general, es sólido, aunque a veces se siente algo predecible. Se espera la confrontación final, y el desarrollo de la trama avanza a un ritmo constante, sin grandes sobresaltos. No obstante, la película toca temas relevantes como el bullying, el alcoholismo, la presión académica y la importancia de la autoestima, ofreciendo reflexiones interesantes sobre la juventud y sus desafíos.

En definitiva, "High School" es una película que, aunque no llega a ser innovadora, compensa con su realismo y su capacidad para conectar con el espectador a través de la historia de sus personajes. Es un pequeño retrato de la adolescencia, con sus dudas, sus miedos y sus sueños, que nos recuerda que, a veces, los mayores obstáculos están dentro de nosotros mismos. No es una película que te dejará una marca indeleble, pero sí una que te hará reflexionar sobre las decisiones que tomamos y las consecuencias de nuestras acciones.

Nota: 7/10