“Holocausto caníbal” (2007), dirigida por Jay Rosner, es una película que se aferra a la ambigüedad con una tenacidad admirable, aunque no siempre lograda. No es una experiencia fácil de digerir, ni pretende serlo. Más que un thriller de supervivencia, es una exploración incómoda de la fragilidad de la verdad, el peligro de la objetivización y la facilidad con la que el deseo de ver y el miedo pueden distorsionar la realidad. La película no ofrece respuestas fáciles, y a menudo se beneficia de su deliberada incomodidad para forzar al espectador a confrontar sus propios prejuicios.
La dirección de Rosner es firme, creando una atmósfera de opresión y creciente paranoia. El uso del color y la composición visual es crucial, empleando una paleta de tonos terrosos y apagados que reflejan la brutalidad del entorno y la desolación de la situación. Las tomas en primera persona, grabadas por los documentales desaparecidos, son particularmente impactantes, dotando a la película de un realismo visceral. Sin embargo, hay momentos en los que la insistencia en la perspectiva del personaje principal, Ben (Richard Cabral), resulta repetitiva y disminuye el impacto emocional. Rosner, en cambio, consigue generar un ritmo lento pero constante, que construye gradualmente la tensión hasta un clímax inquietante, si bien este último no ofrece la resolución que algunos podrían esperar.
El elenco, liderado por Cabral, ofrece interpretaciones sólidas. Cabral asume el rol de Ben con una mezcla de vulnerabilidad, confusión y creciente desesperación. Su actuación es convincente, transmitiendo la duda sobre su propia cordura y la posible manipulación que está sufriendo. El resto del equipo de rescate, interpretado por un grupo de actores secundarios, también cumplen con sus roles, aunque la mayoría son relegados a personajes de contorno, lo que limita su desarrollo. Sin embargo, la presencia de Misty Rosner (la esposa del director, que también participa en la producción), como la doctora que analiza el material de los reporteros, aporta una dimensión intrigante y un aire de desconfianza, agrandando la sensación de que nada es lo que parece.
El guion es, con diferencia, el punto más débil de la película. Si bien la premisa es original y el concepto de los documentales desaparecidos es intrigante, el desarrollo de la trama se siente a veces torpe y previsible. La ambigüedad deliberada es, en ocasiones, excesiva, llegando a sentirse como una excusa para la falta de resolución. El guion se enfoca demasiado en generar suspense y deja de lado la construcción de personajes y la exploración de las motivaciones de los personajes. El mensaje sobre el peligro de la objetivización y el colonialismo, aunque presente, no está tan fuertemente arraigado como podría estar. La película sugiere, pero no siempre profundiza, en las implicaciones éticas y sociales de su tema.
A pesar de sus fallos, “Holocausto caníbal” es una película que permanece en la mente mucho después de que termina los créditos. Es una experiencia perturbadora que plantea preguntas importantes sobre el conocimiento, el poder y la naturaleza de la verdad. Es un esfuerzo cinematográfico valiente que, a pesar de sus imperfecciones, merece la pena ser vista y reflexionada. No es un entretenimiento ligero, sino una invitación a confrontar la oscuridad dentro de nosotros mismos y en el mundo que nos rodea.
Nota: 7/10