Holy Motors (2012)

Leos Carax ha vuelto, y con 'Holy Motors', nos ofrece una experiencia cinematográfica tan singular como desconcertante. La película, filmada en 24 horas, no es una narración lineal; es un ejercicio radical de auto-exploración, de desmantelamiento de la identidad, presentado como un montaje vertiginoso de identidades transformadas. El resultado no es un drama tradicional, sino una propuesta experimental, casi conceptual, que obliga al espectador a participar activamente en la construcción del significado.

Denis Villeneuve, a través de su dirección, maneja el ritmo con maestría, creando una atmósfera densa y onírica. El uso del color, especialmente el verde ácido y el azul eléctrico, es particularmente impactante, acentuando la sensación de que nos encontramos dentro de un sueño, o mejor dicho, de una película en la que somos los espectadores cómplices. La fotografía de Frédéric Ohl ha sido crucial para esta atmósfera, jugando con perspectivas y encuadres que contribuyen a la sensación de fluidez y transición entre las distintas vidas del protagonista, Xavier. Es una estética que recuerda a Fellini, pero con una peculiaridad moderna, una inquietante belleza artificial.

La actuación de Jean Dujardin como Xavier es, sin duda, el pilar de la película. Su versatilidad es asombrosa. No se trata solo de cambiar de vestuario y maquillaje, sino de adoptar completamente la personalidad, las costumbres y el lenguaje de cada personaje. Dujardin se sumerge de lleno en cada rol, otorgándole una verdad emocional que supera la mera imitación. Su mirada, en cada transformación, transmite una mezcla de melancolía, desesperación y una vaga ironía, revelando la angustia subyacente en la búsqueda de la propia identidad. La película, a pesar de su complejidad, reside en gran parte en el poder de esta actuación.

El guion, coescrito por Carax y Serge Gainsbourg, es el elemento más arriesgado de la película. La estructura fragmentada, las conversaciones improvisadas y las escenas aparentemente aleatorias, pueden resultar frustrantes al principio. Sin embargo, a medida que la película avanza, se revela la intención de Carax: explorar las limitaciones de la identidad, la fugacidad del tiempo y la búsqueda de un significado en un mundo caótico. Gainsbourg aporta una voz poética y reflexiva a través de las canciones, que complementan la narrativa y añaden una capa de introspección al personaje. La relación entre Xavier y la joven asistente, Christine, es un elemento central, aunque ambiguo y cargado de matices que nunca llegan a resolverse de forma convencional.

En definitiva, 'Holy Motors' no es una película para todos los públicos. Es una experiencia cinematográfica que exige atención, paciencia y una mente abierta. Pero si se permite al espectador perderse en su lógica interna, se revela como una obra maestra de la experimentación cinematográfica, una reflexión profunda sobre la naturaleza humana y la búsqueda de la identidad. Aunque no proporciona respuestas fáciles, nos invita a cuestionar nuestras propias percepciones del mundo y de nosotros mismos.

Nota: 8.5/10