Todo queda en casa (1998)

“Todo queda en casa” es una comedia negra con un toque de drama familiar que, si bien no logra alcanzar la grandeza de otras películas del género, ofrece un entretenimiento sólido y una buena dosis de humor negro. La película, dirigida por Tom McCarthy, se centra en la inesperada entrada de Sally (Drew Barrymore) en el peculiar y a menudo conflictivo mundo de la familia Lever. Barrymore, que además es productora, demuestra una gran versatilidad interpretativa, llevando a cabo un personaje que oscila con éxito entre la vulnerabilidad y la resiliencia, un desafío que abraza con seguridad.

La película se estructura como una comedia de errores, donde un malentendido inicial desencadena una serie de eventos hilarantes y a menudo, perturbadores. La premisa – una mujer embarazada, la muerte de un hombre casado y una intriga familiar – es lo suficientemente interesante como para mantener la atención del espectador. El guion, aunque no siempre sobresale por su originalidad, logra construir una atmósfera tensa y peculiar. McCarthy y el equipo de guion se apoyan en la tensión del melodrama y el humor, sin priorizar ni uno sobre el otro, lo que resulta en una experiencia cinematográfica equilibrada. Hay momentos de genuina comedia física, como las interacciones entre los hijos de la señora Lever (Luke Wilson y Jake Busey), que aportan un alivio cómico bien calibrado.

Catherine O'Hara, en el papel de la señora Lever, es una fuerza imparable. Su interpretación es magistral, interpretando a una mujer obsesiva, manipuladora y, a su vez, profundamente vulnerable. La señora Lever no es simplemente una villana caricaturesca; es un personaje con sus propios miedos y traumas, lo que la hace mucho más compleja y, paradójicamente, más interesante. Wilson y Busey, como los dos hijos, complementan a su madre con interpretaciones igualmente sólidas, aportando un dinamismo natural al núcleo familiar. La película explora el tema de la familia, no solo en su estructura convencional, sino también en la naturaleza cambiante de las relaciones y las consecuencias de los secretos.

Sin embargo, “Todo queda en casa” no está exenta de ciertos defectos. El ritmo podría ser más dinámico en algunos momentos, y algunas subtramas se sienten algo desaprovechadas. La resolución final, aunque satisfactoria, podría haber sido más elaborada. No obstante, lo más destacado es la química entre los actores y la capacidad de la película para generar situaciones cómicas y, a la vez, inquietantes. Es una comedia que invita a la reflexión sobre el peso de los secretos y la complejidad de las relaciones familiares, ofreciendo una experiencia cinematográfica que, aunque no revolucionaria, es gratificante y memorable.

Nota: 7/10