“Homo Erectus” es una película que, en lugar de buscar replicar la grandeza de los blockbusters de la ciencia ficción, opta por una aproximación profundamente personal y, a menudo, desconcertante a la evolución humana. La película, dirigida por Josh St. John, no se enfoca en el impacto global de los primeros Homo Erectus, sino en el singular universo de Ishbo, un individuo radicalmente diferente a sus pares. Esta perspectiva, aunque inicialmente intrigante, se convierte en el principal punto de debate.
La película se distingue inmediatamente por su estética visual, un paisaje primordial que se asemeja más a una fotografía conceptual que a un set de filmación. Las atmósferas son densas, opresivas y llenas de misterio. La banda sonora, minimalista y con elementos etéreos, complementa perfectamente la sensación de estar a la deriva en un tiempo remoto. Sin embargo, este enfoque visual, que inicialmente seduce por su originalidad, corre el riesgo de desorientar al espectador. A veces, la narrativa parece perderse en la contemplación estética, a costa de la conexión emocional con el personaje principal.
La actuación de Olivier Richer en el papel de Ishbo es, sin duda, la piedra angular de la película. Su interpretación es notablemente sutil, transmitiendo la incomodidad, la curiosidad y el aislamiento de Ishbo sin recurrir a la exageración. Su mirada, llena de preguntas y reflexiones, es el vehículo principal para la exploración de ideas que van desde la fabricación de gafas protectoras hasta el cuestionamiento del propósito de la existencia. Aunque la dicción no siempre es fluida, la intensidad emocional que transmite es innegable.
El guion, escrito por St. John y Ben Best, es ambicioso y a veces inconsistente. Se arriesga a incorporar reflexiones filosóficas y científicas, preguntando sobre la naturaleza del pensamiento, el aprendizaje y la adaptación. Estas reflexiones, aunque interesantes, a menudo se sienten forzadas o situadas de manera poco natural dentro del contexto de la película. La película carece de un ritmo convencional; muchas escenas se prolongan innecesariamente, y el desarrollo de la trama se basa más en la acumulación de imágenes y sonidos evocadores que en la progresión lógica de los eventos. La película se basa mucho en la idea del "show, don't tell" pero, a veces, la ejecución es tan abstracta que es difícil de comprender.
En definitiva, "Homo Erectus" es una película que no busca entretener de la manera tradicional. Es una experiencia contemplativa que exige paciencia y una mente abierta. Si el espectador está dispuesto a dejarse llevar por la atmósfera y el enigma del personaje principal, puede encontrar una reflexión sobre el origen de la humanidad que sea tanto estimulante como inquietante. No obstante, su lentitud y su estilo fragmentado pueden resultar frustrantes para aquellos que buscan una narración más sólida y accesible. Es una película con una visión particular y decididamente singular, aunque no necesariamente universal.
Nota: 6.5/10