Hooligans (2005)

“Green Street Hooligans” no es solo una película sobre hooligans; es un retrato visceral y preocupante de la alienación juvenil, la búsqueda de pertenencia y las consecuencias devastadoras de un camino sin salida. La película, dirigida con una mirada afilada por Wayne Johnson, logra trascender el cliché del “movie about football hooligans” y ofrece una reflexión sobre la vulnerabilidad que acecha bajo la superficie de la bravura y el desafío.

El argumento, aunque predecible en su estructura básica, se beneficia de un desarrollo lento y deliberado. Seguimos el viaje de Matt, interpretado con una intensidad convincente por Jake Gyllenhaal, un joven universitario estadounidense que, tras una injusta expulsión de Harvard, busca refugio en la casa de su hermana. Es un personaje bríllante, marcado por la frustración y el deseo de encontrar un lugar donde encajar. Su introducción al mundo del vandalismo del fútbol, mediada por la figura carismática y retorcida de Pete Dunham (Billy Burke), es un proceso gradual de aprendizaje y de compromiso con un código moral cuestionable. Burke, por su parte, ofrece una interpretación magistralmente sutil, dotando a Pete de una complejidad que va más allá de la imagen del líder implacable. No se le reduce a un simple villano, sino a un hombre marcado por su propio pasado y sus propias miserias.

Lo que realmente destaca de la película es su honestidad. No glorifica la violencia, ni la romantiza. Las escenas de enfrentamiento son brutales, perturbadoras y, a menudo, desagradables. La dirección de fotografía, con sus planos cerrados y su paleta de colores apagados, refuerza la sensación de claustrofobia y peligro. Johnson logra capturar la atmósfera sombría y opresiva de los barrios de Londres donde se desarrolla la historia. La banda sonora, también, juega un papel fundamental, combinando elementos de punk rock y música electrónica para subrayar el estado emocional de los personajes y la tensión dramática. El guion, a pesar del ritmo pausado, es inteligente y ofrece momentos de genuina emoción. La relación entre Matt y Pete evoluciona de manera orgánica, pasando por la desconfianza inicial a una inesperada forma de amistad. No es una amistad fácil, está plagada de contradicciones y dilemas morales.

Sin embargo, la película no está exenta de debilidades. Algunas subtramas se sienten un tanto desaprovechadas y el final, aunque impactante, podría haber sido más elaborado. A pesar de ello, “Green Street Hooligans” es una película que se queda en la memoria, no por su espectacularidad, sino por su capacidad de generar empatía hacia personajes complejos y por su inquietante reflexión sobre la fragilidad de la identidad y el seductor poder de pertenecer a un grupo.

Nota: 7/10