“Hot Milk” es una película que se instala en la memoria con una persistencia que, a primera vista, podría resultar inquietante. Dirigida por director Ángel Xóchitl Guerra, la película no busca complacer al espectador con un drama convencional, sino que se adentra en las profundidades de la memoria, la pérdida y la búsqueda de identidad a través del prisma de un recuerdo fragmentado. La película, en su esencia, es un ejercicio de reconstrucción, un intento de darle sentido a un evento traumático que, para la protagonista, es una suerte de agujero negro en su vida.
El relato, narrado a través de la mirada de una mujer mayor, Esther, se centra en un fin de semana en Ibiza que, según su memoria, fue el catalizador de una crisis existencial. La película no recrea explícitamente el evento, sino que se centra en las consecuencias emocionales y psicológicas de una experiencia intensa y, aparentemente, dolorosa. Es una obra maestra del sugerido, donde la atmósfera, la música y la dirección artística se combinan para evocar una sensación de incomodidad y desasosiego. La cinematografía, deliberadamente desaturada y a menudo enfocada en detalles casi insignificantes – un vestido, una mano, un rostro – transmite de manera efectiva la naturaleza fragmentada y distorsionada de la memoria. El uso de colores apagados y la luz natural crean una sensación de opresión, que refleja el peso del pasado que atormenta a Esther.
Las actuaciones son, en general, sobresalientes. La interpretación de María Joseedo como Esther es el corazón de la película. Su desempeño es sutil, matizado y profundamente conmovedor. Logra transmitir la angustia, la confusión y la esperanza de una mujer que lucha por comprender su propia historia. Los secundarios, aunque presentes en un papel más limitado, también ofrecen interpretaciones convincentes. Particularmente la caracterización de los personajes que rodean a Esther, cada uno con una cualidad perturbadora que contribuye a la sensación general de inquietud. No se trata de personajes memorables en sí mismos, sino de presencias que exacerban el misterio y la desconfianza.
El guion es, sin duda, el elemento más complejo de la película. La estructura no lineal y la ambigüedad deliberada pueden ser frustrantes para algunos espectadores, pero para otros, son precisamente lo que hacen que la película sea tan atractiva. La película evita dar respuestas fáciles y deja al espectador con la tarea de interpretar los eventos y las motivaciones de los personajes. La escritura es poética, evocadora y llena de imágenes poderosas. La película se apoya en la fuerza de las metáforas y en la sugerencia visual para transmitir emociones y ideas. La película explora temas como la identidad, el trauma, la memoria, el amor y la pérdida, pero lo hace de una manera que es a la vez personal y universal.
En definitiva, “Hot Milk” es una experiencia cinematográfica desafiante y gratificante. No es una película para todos, pero para aquellos que estén dispuestos a dejarse llevar por su atmósfera perturbadora y su sugerencia, es una obra maestra del cine independiente. Es una película que nos obliga a cuestionar nuestra propia memoria y a confrontar la posibilidad de que la verdad sea mucho más compleja de lo que creemos.
Nota: 8/10