Housekeeping (1987)

“Housekeeping” (1981) no es un melodrama convencional, ni siquiera un drama rural de época. Es, en esencia, una contemplación glacial sobre el aislamiento, la pérdida y la dificultad inherente a comprender un pasado familiar. La película, dirigida con una atmósfera casi obsesiva por Robert Greenwald, se ancla en el ambiente húmedo y opresivo del Pacífico Noroeste de los años 50, utilizando la oscuridad, la niebla y los colores apagados como reflejos de la confusión emocional que rodea a Christine (Anne Pitoniak) y Margot (Wayne Robson). A pesar de su ritmo deliberadamente pausado, la película consigue generar una sensación constante de inquietud, como si el espectador estuviera atrapado en la misma niebla densa que envuelve a las protagonistas.

La presencia de Sylvie (Christine Lahti), la tía excéntrica y enigmática, es el catalizador de todo. Su llegada no solo introduce una fuerza disruptiva en la vida de las hermanas, sino que también desata una cadena de eventos que revelan secretos familiares enterrados bajo capas de silencio y evasión. Lahti ofrece una interpretación magistral, dando vida a un personaje que es a la vez perturbador y profundamente conmovedor. No se trata de una simple figura antagonista; Sylvie es una mujer marcada por su pasado, cargada de una melancolía palpable y un deseo de redención que se manifiesta en sus extraños y a veces inquietantes métodos. Su relación con las hermanas se construye con sutiles miradas, silencios cargados de significado y gestos que sugieren más de lo que se dice.

El guion, adaptado de la novela homónima de Marilynne Robinson, no se apresura a ofrecer respuestas fáciles. En cambio, se enfoca en la exploración de las dinámicas familiares, la lucha por la identidad y la inevitabilidad del pasado. La película se permite un largo espacio para la contemplación, permitiendo que las emociones se acumulen y los personajes se desvelen gradualmente. Si bien este ritmo puede ser lento para algunos espectadores, contribuye a la creación de una atmósfera densa y sugestiva. Las secuencias de “limpieza” – la “housekeeping” del título – no son simplemente tareas domésticas, sino símbolos poderosos de la necesidad de limpiar el pasado y de confrontar la verdad, incluso si ésta es dolorosa. La película explora la idea de que las acciones, incluso las más triviales, pueden tener consecuencias duraderas y que el pasado siempre está presente, moldeando el presente.

Si bien la fotografía es evocadora, a veces se siente excesivamente oscura, y el guion, en ciertos momentos, podría haber tenido mayor dinamismo. Sin embargo, la fuerza de la actuación de Christine Lahti y la atmósfera general de la película la convierten en una obra memorable, una reflexión sobre el peso de la historia familiar y la dificultad de escapar de sí misma. "Housekeeping" no busca emociones fáciles, sino una comprensión profunda y, tal vez, un poco dolorosa, del corazón humano.

Nota: 7/10