Howl (2010)

“Howl” (Aullido) es una película que, a pesar de sus evidentes virtudes técnicas y una interpretación convincente de Javier Bardem, no logra alcanzar la magnitud épica que su temática y el legado de Allen Ginsberg merecen. La película, dirigida por Andrew Dominik, se adentra en la vida del poeta en una narrativa fragmentada y, en ocasiones, desconcertante que se apoya fuertemente en la estética visual y la atmósfera onírica, pero que, paradójicamente, a veces diluye el impacto emocional de la historia.

La película se estructura como un mosaico de tres líneas temporales que convergen y divergen constantemente. La primera, el juicio por obscenidad de 1957, es la más sólida y, de alguna manera, la que mejor conecta con el espectador. La representación de la agitación social y la intolerancia de la época es palpable y Dominik consigue transmitir la atmósfera de paranoia que rodeaba al movimiento Beat. Sin embargo, a menudo el foco se desplaza hacia la figura de un abogado defensor, interpretado con precisión por Willem Dafoe, que, aunque competente, se siente un tanto eclipsado por la fuerza de las otras tramas.

La segunda línea temporal se centra en el encuentro de Ginsberg con Laura (Mia Wasikowska), una joven que representa un anhelo de conexión y un refugio en la soledad. La relación entre ambos es delicada y no siempre convincente, pero la interpretación de Wasikowska es cautivadora y aporta un elemento de humanidad a la figura de Ginsberg, quien, a menudo, se presenta como un personaje distante y atormentado. La película se deleita en imágenes evocadoras, utilizando colores vibrantes y composiciones audaces que reflejan la intensidad de la experiencia de Ginsberg.

Sin embargo, la tercera línea temporal, la que explora el proceso de creación de “Howl” y su posterior controversia, es la más experimental y, en última instancia, la menos satisfactoria. Dominik recurre a secuencias oníricas y surrealistas que, aunque visualmente impactantes, a menudo se sienten gratuitas y desconectadas de la trama principal. Se intenta evocar la mente de Ginsberg, pero el resultado es a veces confuso y, para algunos, tedioso. La película se aleja, en exceso, de lo narrativamente sólido y se pierde en la propia atmósfera del personaje.

A pesar de estas debilidades, la película se beneficia enormemente de la actuación de Javier Bardem, quien ofrece una interpretación magistral de Allen Ginsberg. No solo captura la fisicalidad del poeta, sino que también logra transmitir su pasión, su vulnerabilidad y su profunda búsqueda de significado. La banda sonora, cuidadosamente seleccionada, contribuye a crear una atmósfera inmersiva y, en general, la película está bien ejecutada tecnicamente, con una dirección cuidada que, aunque a veces excesiva, demuestra una visión artística particular.

Nota: 7/10