“Hud, el más salvaje entre mil” es una película que se instala en la memoria con la fuerza de una tormenta en el desierto. Dirigida por Joshua Logan, esta obra maestra del cine occidental no se limita a contar una historia de ganadería; es un profundo estudio del conflicto generacional, la avaricia y la pérdida de un modo de vida. La película, estrenada en 1963, sigue la historia de Homer Bannon, interpretado con una magnética intensidad por Orson Welles, un viejo ganadero que se niega a abandonar sus tradiciones frente a la irrupción de la industria petrolera y la promesa de riqueza. Su hijo, Hud (James Whitmore), es la encarnación de la ambición y la falta de respeto por los valores ancestrales, y la presencia de su nieto, Ephraim (Travis Brown), un joven idealista y protector, añade una capa de tensión y melancolía a la narrativa.
Welles, en un papel que parecía predestinado para él, ofrece una actuación sutil pero poderosa. No necesita grandes diálogos para comunicar el descontento, la frustración y la amargura de un hombre que ve su mundo desvanecerse. Su mirada, su postura, sus movimientos… todo transmite la complejidad de un personaje que se aferra a lo que conoce y lo que ama, a pesar de saber que ya no tiene futuro. James Whitmore, por otro lado, logra un retrato creíble de un hombre ambicioso que, a pesar de sus defectos, es profundamente humano. La química entre Welles y Whitmore es palpable y alimenta la dinámica central de la película: el conflicto entre la tradición y el progreso, entre la sabiduría del pasado y la promesa del futuro. La presencia de Travis Brown, aunque menor, aporta un contrapunto conmovedor, representando la inocencia y la admiración por un mundo que se está perdiendo. Su relación con Homer es el corazón palpitante de la película y recuerda que la pérdida no siempre es absoluta.
La dirección de Joshua Logan es impecable. La fotografía de Arthur Cox captura la belleza agreste del paisaje del Oeste, con sus vastos horizontes y su luz cambiante, que enfatiza la soledad y el aislamiento de los personajes. El guion, adaptado de la novela de Larry McWilliams, es rico en detalles y evoca la vida dura de los ganaderos. La película no cae en clichés del género, sino que explora las emociones y los dilemas de sus personajes con una honestidad y una sensibilidad sorprendentes. La tensión se construye gradualmente, a través de miradas, gestos y conversaciones cargadas de significado. La banda sonora, con melodías evocadoras, contribuye a la atmósfera melancólica y a la fuerza emocional de la película. “Hud” no es simplemente un western; es una meditación sobre la pérdida, el legado y la dificultad de encontrar un camino propio en un mundo en constante cambio. Es un recordatorio de que, a veces, lo más valioso no es la riqueza material, sino el respeto por el pasado y la fuerza de los vínculos familiares.
Nota: 8.5/10