“Hunting Elephants” es una propuesta cinematográfica inesperadamente divertida y, sobre todo, sorprendentemente inteligente. La película, dirigida con un toque de audaz frescura por parte de David Kreig, se atreve a mezclar el humor negro con una trama de crimen elaborada y personajes memorables. A primera vista, parece una comedia criminal más, pero rápidamente se revela un metatexto sobre la justificación de la venganza y la desesperación que puede llevar a incluso a los más jóvenes a tomar decisiones que, si bien son impulsadas por la lógica retorcida de la justicia personal, podrían tener consecuencias devastadoras.
La dirección de Kreig es sutil pero efectiva. Logra equilibrar los momentos más cómicos con la tensión dramática inherente a la planificación de un robo. Evita caer en la parodia gratuita, concentrándose en la construcción de personajes y la atmósfera que rodea sus acciones. El uso del blanco y negro, un recurso visual recurrente en el cine negro, se siente intencionado, no solo por estética, sino para subrayar el tono y la sensación de fatalidad que impregna la película. El ritmo es excelente, manteniendo la atención del espectador desde el principio hasta el final, gracias a un montaje ágil y un buen empleo de la música. Kreig demuestra una capacidad admirable para manejar tanto a los niños como a los ancianos en el escenario, permitiendo que sus actuaciones se destaquen sin eclipsar al resto del equipo.
Sin embargo, el corazón de la película reside en sus personajes. Los actores que interpretan al grupo de planificadores del robo son excepcionales. Samuel Hull, como el joven Leo, transmite una mezcla perfecta de vulnerabilidad, rabia y determinación. La actuación de los tres ancianos – William H. Macy, Harry Groener y Michael McKean – es, sencillamente, magistral. Cada uno aporta una personalidad tan definida y peculiar que se convierten en un verdadero espectáculo. Macy, en particular, redefine la idea del anciano adusto y rabioso, ofreciendo una interpretación que podría considerarse una de las mejores del año. Las dinámicas entre estos cuatro personajes son el núcleo de la película y el punto fuerte de la trama. Su diálogo es inteligente, sarcástico y, a menudo, profundamente conmovedor. La química entre ellos es palpable y crea un ambiente de camaradería inesperada que contrasta con el objetivo final de la película.
El guion, adaptado de una obra de teatro de David Ives, es el verdadero motor de la historia. La trama no es particularmente original en cuanto al concepto de robo a un banco, pero la manera en que se desarrolla y la profundidad de los personajes la elevan por encima de las convenciones del género. Se cuestiona la noción de justicia, explorando cómo la desesperación y el dolor pueden distorsionar la moral y llevar a las personas a cometer actos que, aunque motivados por la venganza, son moralmente cuestionables. La película no ofrece respuestas fáciles, dejando al espectador reflexionando sobre las implicaciones de sus acciones. El guion evita simplismos, presentando un mundo complejo y moralmente ambiguo. Es un guion que se queda contigo mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar.
Nota: 8/10