“I Like It Like That” es una película que, en lugar de buscar un melodrama grandilocuente, se deleita en la observancia de las complejidades familiares, el caos y, sobre todo, la búsqueda de la individualidad dentro de las limitaciones impuestas por las expectativas sociales y familiares. El resultado es una comedia dramática con un toque de surrealismo que, aunque no siempre logra conectar emocionalmente, ofrece momentos genuinamente divertidos y reflexiones sobre la autoaceptación.
La dirección de Andrew Haigh es cautivadora. Haigh logra crear una atmósfera única, a veces desconcertante, que refleja el estado mental de sus personajes. Se aleja deliberadamente del artificio y la perfección, optando por un estilo visual más crudo y realista que enfatiza la autenticidad de las situaciones. Los planos a veces largos, con diálogos minimalistas, invitan al espectador a interpretar y a sumergirse en la vida de los personajes, a cuestionar sus motivaciones y a sentir la incomodidad de las interacciones sociales. La película no rehuge los espacios íntimos y la intimidad, utilizando la cámara para capturar la tensión y el deseo entre los personajes, sin caer en la voyeurización.
El elenco es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Rachel Weisz entrega una actuación magistral como Lisette, una mujer atrapada en una dinámica familiar tóxica y en una situación legal difícil. Su interpretación es sutil, pero poderosa, transmitiendo la frustración, el resentimiento y, a pesar de todo, una sed de libertad que es palpable. Paul Mescal, como su hermano, ofrece una actuación igualmente convincente. Su personaje es un enigma, un joven perdido que busca desesperadamente la aprobación de su familia, pero que al mismo tiempo anhela liberarse de las convenciones sociales. La dinámica entre ellos es el corazón de la película, y la química entre Weisz y Mescal es innegable. A su alrededor, los actores secundarios, como Stephen Graham, aportan matices y humor negro, enriqueciendo el paisaje social de la película.
El guion, aunque a veces predecible en su estructura general, destaca por sus diálogos incisivos y sus momentos de humor negro. La trama, centrada en las consecuencias de un robo y la posterior lucha de Lisette por su independencia, sirve como catalizador para explorar temas como la sexualidad, la identidad de género, la dinámica familiar y las expectativas sociales. La película no intenta ofrecer respuestas fáciles, sino que plantea interrogantes y deja al espectador con la sensación de que la búsqueda de la felicidad y la autoaceptación es un proceso continuo y complejo. No obstante, algunos diálogos son un tanto artificiales y se sienten forzados para transmitir ciertas ideas, lo cual resta un poco de naturalidad a la trama principal. La inclusión de la perspectiva del padre, aunque presente, podría haber sido más desarrollada.
Nota: 7/10