Identidad (2003)

“Identidad” (2016) es un ejercicio de tensión claustrofóbica que logra, en última instancia, ser más perturbador por su atmósfera y su lenta desintegración de la cordura, que por un thriller lleno de giros y explicaciones. La película, dirigida por los hermanos Burey, no se preocupa por ofrecer respuestas fáciles y, en lugar de ello, sumerge al espectador en un ambiente de incertidumbre y paranoia que se vuelve cada vez más opresivo a medida que la historia avanza. El enfoque se centra en la inmediatez de la situación: un grupo heterogéneo de desconocidos, unidos por una circunstancia singular y amenazante, forzados a convivir en un hotel aislado y lúgubre.

La dirección de los hermanos Burey es magistral en su manejo del espacio y del sonido. La iluminación, a menudo tenue y con sombras que se alargan, crea una sensación constante de malestar y sugiere que algo siniestro se esconde en la oscuridad. El sonido, con sus crujidos, sus susurros, sus gruñidos y las inquietantes músicas, se convierte en un personaje más, intensificando la sensación de peligro inminente. La paleta de colores, generalmente apagada y con tonos grises y azules, contribuye a la atmósfera de desesperación y aislamiento. Se aprecia una atención meticulosa a los detalles, desde la arquitectura del motel hasta la ropa que llevan los personajes, creando una experiencia visualmente impactante y perturbadora.

El elenco entrega actuaciones sólidas y convincentes. Toby Jones, como el dueño del motel, posee un aire de ambigüedad que es fundamental para el éxito de la película. Michael Shannon, en un papel que parece estar diseñado para él, es particularmente inquietante. Su interpretación como un tipo perturbado que no quiere saber nada de lo que ocurre, y que parece estar más preocupado por sus propios demonios internos que por la seguridad de los demás, es escalofriante. El resto del reparto –Ana de Armas, Richard Armitage, Luna Luzardo – también se desenvuelven con notable naturalidad, aportando complejidad y matices a sus personajes, que no son simples estereotipos.

El guion, aunque deliberadamente oscuro y ambiguo, presenta algunos problemas. La resolución, al final, se siente un tanto apresurada y no del todo satisfactoria, dejando algunas preguntas sin respuesta y, posiblemente, algunas pistas importantes incompletas. Si bien la película funciona mejor como un ejercicio de suspense psicológico, que explora los límites de la cordura y la fragilidad de la identidad, la necesidad de explicar completamente el misterio diluye la potencia de la experiencia. Sin embargo, la película se beneficia enormemente de su ambigüedad y de su rechazo a ofrecer soluciones fáciles, forzando al espectador a cuestionar las motivaciones de los personajes y a interpretar los eventos a la luz de sus propias experiencias. La narrativa no busca ser lógica, sino visceral.

Nota: 7/10