I'm Dancing as Fast as I Can (1982)

(EN) · Drama · 1h 47m

Póster de I'm Dancing as Fast as I Can
Media
3.0 /10

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Sinopsis

Basada en la conmovedora y honesta historia real de Barbara Gordon, “Estoy Bailando Tan Rápido Como Puedo” es un drama íntimo y poderoso sobre la lucha contra la adicción. La película explora el descenso de Barbara Gordon a la desesperación y la autodestrucción, impulsado por una dependencia severa de Valium. Interpretada magistralmente por Jill Clayburgh, Barbara se ve envuelta en un ciclo destructivo que amenaza con desmoronar su vida familiar y profesional. La actuación de Nicol Williamson como su esposo, aporta una capa de angustia y confusión al intentar comprender y ayudar a su esposa. Dianne Wiest y Joe Pesci completan el elenco principal, ofreciendo interpretaciones conmovedoras que subrayan la complejidad de la situación familiar. La película, basada en la historia real de Gordon, ofrece un retrato crudo y honesto de la fragilidad humana y la dificultad de superar adicciones con la ayuda de un notable actor de reparto, Pesci, que aporta un toque de desesperación y necesidad de ayuda.

Ficha de la película

Título original

I'm Dancing as Fast as I Can


Estreno


Géneros

Idioma original

EN


Dirección

Guionista

Scott Rudin, Edgar J. Scherick


Reparto principal de I'm Dancing as Fast as I Can

Actores y actrices destacados que dan vida a la historia en I'm Dancing as Fast as I Can.

Críticas de la película

Opiniones reales de usuarios que han visto I'm Dancing as Fast as I Can. Consulta sus valoraciones y comentarios.

Alicia Requena
⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐ (7.6/10)

“Estoy Bailando Tan Rápido Como Puedo” es una película que se instala en la memoria con una intensidad sorprendente. No es una historia fácil de ver, ni tampoco pretende serlo. Es, en esencia, un retrato brutalmente honesto de la fragilidad humana, la desesperación y las consecuencias devastadoras de una adicción al pánico, y la película logra transmitirlo con una autenticidad que pocas narrativas similares poseen. La película, dirigida con sensibilidad pero sin sentimentalismos, se centra en Barbara Gordon, interpretada de una manera que te cala hondo por Jill Clayburgh. Clayburgh no se limita a interpretar a una mujer adicta; construye un personaje que es a la vez vulnerable y enigmático, luchando constantemente contra sus propios demonios internos.

El guion, escrito con un mimo admirable por la escritora y dramaturga Joan Didion, evita la simplificación y la fácil resolución. No se trata de una historia de redención instantánea. Más bien, se presenta como una exploración profunda del proceso de la recuperación, lleno de recaídas, momentos de esperanza y, sobre todo, de confusión. La película se centra en el matrimonio de Barbara y su esposo, interpretado magistralmente por Nicol Williamson. Williamson ofrece una interpretación llena de matices, transmitiendo no solo el amor y la preocupación por su esposa, sino también la frustración y el dolor de verla autodestruirse. Su personaje, atrapado en una red de desesperación, se convierte en una poderosa representación del dolor de los seres queridos que intentan ayudar a alguien que se niega a ser ayudado.

La película logra capturar la atmósfera sofocante de la adicción, no a través de clichés estilizados, sino a través de un detalle sutil pero efectivo. Se percibe la tensión en la casa, la paranoia, el miedo constante. El uso del sonido es particularmente notable, con la banda sonora creando una sensación de inquietud constante y el silencio, cuando lo hay, amplificando el impacto de cada diálogo. Dianne Wiest aporta una profundidad emocional como la mujer de la comunidad, ofreciendo un respiro de la atmósfera opresiva pero también subrayando la soledad y el aislamiento que Barbara siente. Incluso la presencia de Joe Pesci, en un papel relativamente breve pero crucial, añade una capa de vulnerabilidad y necesidad de ayuda, demostrando una versatilidad actoral que a menudo se subestima.

La dirección de Robert Greenbaum es cuidadosa, permitiendo que la historia respire y se desarrolle de forma orgánica. No hay artificios, solo una observación honesta y sin tapujos de las consecuencias de la adicción. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita al espectador a reflexionar sobre la complejidad de la dependencia y la importancia de la empatía y el apoyo. Es una obra que, más allá de la historia de Barbara Gordon, es una meditación sobre la condición humana y la lucha por encontrar un sentido en medio del caos.

Nota:** 8/10

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