La última entrega de la saga *Inferno*, protagonizada por Dan Brown y nuevamente Robert Langdon, es una experiencia cinematográfica que, si bien no alcanza la audacia y el vértigo de las primeras, ofrece una reinterpretación intrigante de la leyenda de Dante y una trama que, aunque predecible en algunos momentos, mantiene la atención del espectador gracias a su ambientación y sus giros argumentales. Brown, fiel a su estilo, nos sumerge de inmediato en la atmósfera oscura y misteriosa de Florencia, una ciudad que se convierte en el escenario perfecto para sus puzzles intelectuales.
La dirección de Ron Howard es cuidadosa, sin llegar a ser particularmente arriesgada. Se centra en la tensión narrativa y en la construcción de la atmósfera, optando por una estética visual que privilegia los detalles arquitectónicos y el paisaje urbano. Howard se mantiene al servicio del guion, dejando que la trama sea la protagonista principal y no permitiendo que la dirección desentone la experiencia del espectador. El ritmo, en general, es pausado, lo que puede resultar positivo para aquellos que disfrutan de la contemplación y del desarrollo lento de la investigación, pero también podría resultar tedioso para quienes buscan una película más vertiginosa.
El elenco, liderado por Ralph Fiennes como el implacable Silas y por Ben Foster como el obsesivo Van Schendel, cumple su cometido. Fiennes, en particular, ofrece una interpretación magistral del antagonista, logrando transmitir la complejidad y la desesperación de su personaje. Su Van Schendel no es solo un villano cliché, sino una figura atormentada por un pasado oscuro y una visión distorsionada de la verdad. Sin embargo, la actuación de Fiennes se ve, en ocasiones, eclipsada por la falta de profundidad de otros personajes secundarios. La química entre Langdon (Ian Holm) y la Dra. Sienna Brooks (Rune Kim) es correcta, aunque carente de la chispa que caracterizó a las relaciones del protagonista en las entregas anteriores. La interpretación de Holm, por su parte, es más discreta, y aunque el actor aporta matices al papel, no logra transmitir la energía y la astucia que definen a Robert Langdon.
El guion de Dan Brown, como es habitual, se basa en una intrincada red de símbolos, referencias históricas y teorías conspirativas. Si bien la trama está repleta de elementos conocidos y de clichés del género, Brown logra mantener el interés del espectador gracias a la complejidad de los enigmas que Langdon debe resolver. La conexión con la *Divina Comedia* de Dante es palpable y aporta una capa de profundidad intelectual a la historia. Sin embargo, algunas de las explicaciones, en particular aquellas relacionadas con la ciencia y la religión, resultan un tanto forzadas y carentes de rigor. A pesar de ello, la película ofrece un entretenimiento sólido y una invitación a reflexionar sobre temas como la fe, la moral y la naturaleza de la verdad. En definitiva, *Inferno* es una película de Dan Brown que, si bien no es una obra maestra, cumple con las expectativas del público habitual del autor y ofrece un entretenimiento sólido y visualmente atractivo.
Nota: 6/10