Infiel (2002)

“Infiel” (Affair), la película de Steven Soderbergh, es una obra maestra del melodrama contemporáneo, un estudio sutil y doloroso sobre las grietas que pueden esconderse bajo la superficie de la aparente perfección. A través de una puesta en escena impecable y una dirección experta, Soderbergh construye una narrativa que no se basa en el sensacionalismo o el drama exagerado, sino en la lenta y palpable erosión de la confianza y la felicidad en un matrimonio de clase alta.

La película se centra en Edward (Richard Gere) y Connie Sumner (Diane Lane), un matrimonio aparentemente sólido, construido sobre la base de la comodidad y la seguridad financiera. Sin embargo, la aparición de Paul (Olivier Martinez), un joven y encantador coleccionista de libros, introduce una fisura invisible en su mundo. La conexión entre Connie y Paul es inmediata y casi inevitable, no por la intensidad de la pasión, sino por una necesidad profunda de conexión que ambos sienten. La actuación de Diane Lane es, sin duda, el corazón de la película. Su Connie es una mujer sofisticada, inteligente y profundamente insatisfecha, atrapada en una existencia que le ha privado de la vitalidad y la alegría. Gere, por su parte, ofrece una interpretación contenida pero reveladora, transmitiendo la angustia silenciosa de un hombre que se ve confrontado a la fragilidad de su propio matrimonio. Olivier Martinez aporta un atractivo magnético a la dinámica, con una interpretación que evita la teatralidad, entregando una presencia calmada y seductora.

Lo que distingue a “Infiel” de otras películas sobre infidelidad es su meticulosa atención al detalle y la honestidad con la que explora las motivaciones de sus personajes. El guion, adaptado de la novela de Roland Sussman, no busca juzgar a los personajes. En cambio, permite al espectador ser testigo de su transformación, observando cómo cada encuentro, cada mirada, cada conversación, contribuye a desmantelar la fachada de la felicidad. Soderbergh evita las soluciones fáciles y los finales felices tradicionales. La película se termina con una nota de incertidumbre, dejando al espectador reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones tomadas y la compleja naturaleza de las relaciones humanas. La dirección, a lo largo de toda la película, es magistral, utilizando planos largos y diálogos sutiles para capturar la atmósfera de desconfianza y la creciente tensión emocional.

La película, además, ofrece una mirada crítica sobre el vacío existencial que puede albergar la riqueza y el estatus social. El entorno lujoso y la vida aparentemente perfecta de los Sumner sirven como telón de fondo para una historia más profunda sobre la búsqueda de significado y la dificultad de encontrar la verdadera felicidad en un mundo que a menudo nos exige conformarnos con lo que se espera de nosotros. Es un retrato de la alienación y la soledad que pueden surgir incluso en las circunstancias más privilegiadas. La fotografía es elegante y sobria, reforzando la sensación de frialdad y distancia emocional que impregna la narrativa. “Infiel” no es un espectáculo, sino una experiencia reflexiva que permanece en la mente mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar.

Nota: 8/10