Inland Empire (2006)

“Inland Empire” de David Lynch es, en su esencia, un laberinto. Una experiencia cinematográfica que no busca ofrecer respuestas fáciles ni conclusiones claras, sino que sumerge al espectador en un torbellino de imágenes, sonidos y emociones que desafían la lógica y la percepción de la realidad. Este no es un thriller convencional, ni una narración lineal, sino un ejercicio profundamente personal y complejo sobre la identidad, la memoria, el deseo y el poder de la imaginación. Lynch, como suele ser su costumbre, se aleja de las convenciones del género y nos entrega un film que invita a la reflexión, aunque a un costo considerable de accesibilidad.

La película se centra en Harry Campbell (Justin Theroux), un actor con problemas de ira que está rodando un polaco remake de una película de western. La presencia de Laura Dern, interpretando a la actriz rusa Helena, introdujo una dinámica inquietante y perturbadora. La relación entre Helena y Harry es inmediata y opresiva, marcada por miradas tensas y una constante sensación de incomodidad. La química entre los dos actores es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Theroux ofrece una actuación sutil pero intensa, transmitiendo la frustración y el desasosiego de un hombre atrapado en una situación que no comprende. Dern, por su parte, se entrega a un papel que exige una enorme capacidad de actuación, y lo hace con una maestría impresionante, logrando dotar a Helena de una aura de misterio y peligro innegables. Su interpretación, llena de matices sutiles, es crucial para la atmósfera general de la película.

Lynch, en su habitual estilo, utiliza la música y el diseño de sonido para crear una atmósfera opresiva y onírica. Las imágenes son deslumbrantes y perturbadoras, alternando planos largos y contemplativos con momentos de acción frenética y violencia surrealista. Sin embargo, la película no cae en el espectáculo gratuito; la violencia, cuando se presenta, siempre tiene una justificación interna, aunque sea extraña y perturbadora. La dirección de Lynch es impecable, guiando al espectador a través de un paisaje visual y auditivo que parece provenir de un sueño febril. No obstante, la película no siempre es fácil de digerir. El ritmo es pausado, a menudo hasta el punto de la lentitud, y la falta de un hilo conductor claro puede resultar frustrante para aquellos que buscan una historia convencional. La película se pierde en sus propias contradicencias y se alimenta de la ambigüedad, deliberadamente ignorando las preguntas que el espectador puede tener.

En definitiva, “Inland Empire” es una obra maestra del cine de Lynch, pero no para todos los públicos. Es una película que requiere paciencia, entrega y una mente abierta. Si estás dispuesto a sumergirte en su atmósfera opresiva y a aceptar sus misterios sin buscar respuestas, te recompensará con una experiencia cinematográfica inolvidable. Es un ejercicio de autoría que reafirma la genialidad de Lynch, aunque también demuestra su disposición a desafiar al espectador y a llevarlo a los límites de su propia percepción. La película se beneficia enormemente de la dirección de arte, con escenarios y ambientes que se sienten a la vez familiares y extraños, reforzando la sensación de estar en un mundo que se desvía de la realidad.

Nota: 7/10