Instinto sádico (1986)

“Instinto Sádico” (Savage Instint, en su título original) no es una película que te deje indiferente, ni tampoco una que se quede en tu mente por mucho tiempo después de sus créditos. Es una obra brutal, visceral y, a su manera, profundamente inquietante, que se adentra en las profundidades de la depravación juvenil y la oscuridad del alma humana. Dirigida por el debutante Michael Dougherty, la película se centra en un evento traumático que desencadena una cadena de consecuencias devastadoras para un grupo de adolescentes, quienes se ven forzados a confrontar la realidad de un crimen horrendo y, a su vez, su propia vulnerabilidad.

La película, en su núcleo, explora la fragilidad de la adolescencia y la facilidad con la que el deseo de ser aceptado y el miedo a la exclusión pueden llevar a comportamientos terribles. El personaje de Samson (Roebuck), el narrador principal, es un joven ambiguo, casi caricaturesco en su arrogancia y su intento de encanto. Su actuación, sin embargo, es convincente en su capacidad para transmitir una mezcla de ambición, miedo y, quizás, una profunda incomodidad con sí mismo. La dirección de Dougherty logra mantener al espectador a la distancia, observando a estos jóvenes como si fueran un espejo que refleja una verdad que nadie quiere reconocer.

La película se beneficia enormemente de las actuaciones de Reeves, quien interpreta a Matt, el amigo escéptico que, a pesar de su incredulidad inicial, se ve gradualmente confrontado a la terrible verdad. El desarrollo de su personaje es sutil pero efectivo, mostrando su evolución desde la incredulidad hasta la devastación. El resto del reparto secundario, aunque menos desarrollado, contribuye a la atmósfera opresiva y lúgubre que envuelve la historia. La fotografía, con tonos apagados y una paleta de colores que enfatiza la oscuridad, es fundamental para establecer el tono de la película, realzando la sensación de inquietud y horror.

El guion, si bien no es una obra maestra, cumple su cometido. La construcción de la trama, lenta y deliberada, permite un desarrollo psicológico de los personajes y evita caer en el sensacionalismo barato. El ritmo es pausado, lo que invita a la reflexión sobre la naturaleza del mal y la responsabilidad individual. Sin embargo, el guion podría haber explorado con mayor profundidad las motivaciones de los personajes, particularmente las de Samson, añadiendo una capa de complejidad a su personaje y a la historia en general. A pesar de este pequeño fallo, la película consigue generar una atmósfera de tensión constante, manteniendo al espectador en vilo hasta el final. Es importante destacar que la película aborda temas delicados y perturbadores, sin recurrir a soluciones fáciles o moralizantes. Se centra en las consecuencias del acto, y no en el 'por qué', lo que otorga una sensación de realismo y horror aún más impactante.

Nota: 7/10