Inuyasha, la película 4: Fuego en la isla mística (2004)

“Inuyasha, la película 4: Fuego en la Isla Mística” se erige como un esfuerzo ambicioso dentro de la saga, una película que, aunque no alcanza la perfección, ofrece un espectáculo visualmente deslumbrante y una inmersión profunda en el lore del universo de *Inuyasha*. La película se aleja de la familiar dinámica de la serie original, introduciendo elementos de misterio y una escala que recuerda a épicas fantasías, pero a la vez intenta mantener la esencia de la amistad y el conflicto inherente a sus personajes.

La trama, centrada en la reaparición de la Isla Hourai y el encarcelamiento de demonios, crea un escenario ideal para explorar las consecuencias de la marca de los Dioses, un elemento central de la historia. La película profundiza en la responsabilidad que esta marca implica y el peso del destino para los personajes. La incorporación de un clon de Kikyou es un giro interesante y, en mi opinión, uno de los elementos más fuertes de la película. La idea de que las consecuencias de las acciones pasadas puedan manifestarse de maneras inesperadas, con un reflejo del pasado, añade una capa de complejidad que se agradece. Sin embargo, el guion, en ocasiones, se siente algo apresurado, especialmente en la resolución de algunos conflictos. El ritmo se acelera notablemente en los últimos actos, lo que, aunque contribuye a la emoción, también diluye un poco la tensión que se había construido anteriormente.

La dirección artística es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. La recreación de la Isla Hourai, con sus paisajes exóticos y su arquitectura mística, es verdaderamente impresionante. Los efectos visuales son modernos y logran transmitir la grandiosidad del lugar, creando una atmósfera mágica y peligrosa a la vez. El diseño de los personajes también es cuidado, con vestuario y armaduras que reflejan su personalidad y su origen. Se aprecia una fidelidad a los diseños originales de la serie, pero con un toque de modernidad que resulta atractivo.

Las actuaciones son sólidas en general, aunque algunas podrían haber sido más desarrolladas. Sesshomaru, interpretado por actores locales, aporta la melancolía y el conflicto interno que caracterizan a su personaje. La presencia de los personajes originales, como Inuyasha y Kagome, está bien representada, pero a veces se sienten relegados a roles secundarios ante la creciente importancia de los nuevos elementos de la trama. El conflicto entre Inuyasha y Sesshomaru, siempre tenso y magnético, es uno de los pilares de la película, y la dinámica entre ambos se mantiene vigente a lo largo de la historia. La interpretación del antagonista, aunque no sobresaliente, cumple su función de motivar el conflicto central.

En definitiva, “Inuyasha, la película 4: Fuego en la Isla Mística” es un espectáculo visualmente rico y emocionalmente resonante, que satisface tanto a los fans de la serie que buscan una continuación de la historia, como a los nuevos espectadores que quieren descubrir este universo fascinante. Aunque no es perfecta, ofrece una experiencia cinematográfica memorable que explora temas universales de destino, redención y la importancia de la amistad.

Nota: 7/10