Invitación a un pistolero (1964)

“Invitación a un pistolero” es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales han bajado. No es una narración de acción explosiva, ni una oda al western tradicional; más bien, es una meditación sobre la moralidad, la responsabilidad y la brutalidad inherente al poder. Dirigida por Guillermo del Toro, la película se sumerge en la atmósfera claustrofóbica y opresiva de un pequeño pueblo mexicano en la década de 1960, tejiendo una historia de intrigas, violencia y una sorprendente evolución del protagonista.

El guion, adaptado de la novela homónima de Dario Campeavero, es la columna vertebral de la película. La historia no se basa en un conflicto grandioso, sino en la tensión constante entre las expectativas de la comunidad y la conciencia individual de personajes como Benigno Vargas, interpretado magistralmente por Gael García Bernal. Bernal no solo entrega una actuación silenciosa, llena de matices y sutilezas, sino que transmite a la perfección el conflicto interno del personaje, su evolución gradual de mercenario pragmático a hombre que cuestiona el orden establecido. El guion, a pesar de su aparente simplicidad, plantea preguntas filosóficas sobre la justicia, la corrupción y el coste de la venganza. El ritmo es deliberadamente lento, permitiendo al espectador sumergirse en la vida cotidiana del pueblo y comprender el peso de cada decisión. Del Toro, como siempre, demuestra su habilidad para crear atmósferas y narrar historias de manera eficiente, evitando la exposición innecesaria y dejando que las acciones y los diálogos hablen por sí mismos.

El director, con su visión particular, evoca el espíritu de los clásicos del cine noir mexicano, pero lo hace con un toque distintivo. La fotografía de Érick de Souza es espectacular, utilizando la luz y la sombra para crear un ambiente de misterio y suspense. Los colores terrosos y apagados de la película reflejan la pobreza y la desesperación del pueblo, mientras que la iluminación dramática resalta los momentos de tensión y violencia. La banda sonora, compuesta por Gustavo Santaolalla, es igualmente efectiva, utilizando melodías inquietantes y resonantes que complementan la atmósfera sombría de la película. El diseño de producción es impecable, recreando con detalle el ambiente de un pueblo rural mexicano en la época.

El resto del reparto, incluyendo a Benicio del Toro, Javier Bardem y Michael Shannon, contribuyen a la riqueza de la narrativa. Sin embargo, el núcleo de la película reside en la confrontación interna de Benigno Vargas. El actor logra un trabajo que es a la vez vulnerable y amenazante, transmitiendo la lucha entre su sentido del deber y su creciente conciencia moral. La película no ofrece respuestas fáciles y, a menudo, deja al espectador preguntándose si el personaje ha tomado la decisión correcta. Esta ambigüedad moral es lo que hace que “Invitación a un pistolero” sea tan memorable. Es una obra que te obliga a reflexionar sobre tus propios valores y sobre la naturaleza humana.

Nota: 8.5/10