“Iris” es una película que se aferra a la melancolía y a la pregunta persistente sobre la posibilidad de reinvención, aunque al final, la reinvención termina siendo más una reorientación que una transformación profunda. Jim L. Brooks, director conocido por su humor y su estilo visual distintivo, opta aquí por una exploración del deseo y la crisis de mediana edad, dotándola de una atmósfera onírica y a veces inquietante que, si bien es efectiva, también puede resultar un tanto artificiosa.
La película se centra en Iris, interpretada magistralmente por Nicole Kidman. Kidman, como siempre, ofrece una actuación convincente, logrando transmitir tanto la aparente felicidad superficial de su personaje – casada, madre, profesionalmente exitosa – como el vacío emocional que subyace a su vida. No se trata de una mujer que reclama activamente su deseo, sino de una mujer que se encuentra, abruptamente, confrontada con la posibilidad de otra forma de ser. La actuación de Kidman es la columna vertebral de la película, y su sutil evolución a lo largo de la trama, desde la incredulidad hasta la aceptación, es el motor emocional de la historia. La dirección visual, con sus colores pastel y sus planos elaborados, contribuye a esta sensación de irrealidad, como si Iris estuviera atrapada en un sueño.
El guion, a pesar de sus pretensiones filosóficas, carece, en mi opinión, de la profundidad y la complejidad que se esperan de una película que aborda temas tan importantes como el deseo, la identidad y la búsqueda de la felicidad. Las “semillas” que brotan en la mente de Iris son presentadas de manera abrupta e incluso desconectada, lo que dificulta la conexión emocional con estas figuras masculinas. Si bien la intención es explorar la multiplicidad de deseos y la idea de que cada hombre puede ser una “semilla” para la transformación personal, la ejecución carece de sutileza. Algunos de los personajes masculinos son, básicamente, arquetipos que sirven para ilustrar las diferentes facetas del deseo, sin desarrollar una verdadera personalidad ni una relación significativa con Iris.
La película, sin embargo, merece crédito por su ambición. Brooks se atreve a cuestionar las convenciones sociales sobre el matrimonio, la maternidad y el éxito. A pesar de los defectos del guion, “Iris” invita a la reflexión sobre la importancia de la auto-aceptación y la búsqueda de la autenticidad, incluso en la edad adulta. La banda sonora, con sus melodías evocadoras y a veces melancólicas, también juega un papel fundamental en la creación de la atmósfera onírica de la película. La elección de la música, en consonancia con la estética visual, refuerza la sensación de que estamos presenciando una historia que no se rige por las leyes de la realidad cotidiana.
Nota: 7/10