Ivy (2015)

“Ivy” es un pequeño drama marítimo que, paradójicamente, se expande hasta abarcar la esencia misma de la soledad y la fragilidad humana. Dirigida por Logan Fitz-Patrick, la película no se basa en la espectacularidad de un thriller, sino en la meticulosa creación de una atmósfera claustrofóbica y emocionalmente intensa. Lo que inicialmente parece ser un incidente menor – la quiebra del barco y la imposición de una detención forzosa – se transforma en la prueba de fuego para seis hombres con historias, miedos y secretos profundamente arraigados.

La dirección de Fitz-Patrick es notable por su silencio y su capacidad para transmitir tensión a través de pequeños detalles. La fotografía de Benjamin Laforce es exquisita; los planos son lentos, contemplativos, permitiendo que el espectador se sumerja en la rutina monótona y la opulencia sombría del barco. La iluminación juega un papel crucial, utilizando el contraluz para enfatizar las sombras, tanto físicas como psicológicas. A pesar de la limitada acción, la película se mantiene visualmente atractiva, creando un espacio casi tangible, lleno de reflejos y texturas que contribuyen a la sensación de encierro. La banda sonora, casi inexistente, acentúa aún más la introspección que se busca.

El núcleo de la película reside en las actuaciones del elenco. Jamie Dornan encarna a Sarmasik con una mezcla de dureza y vulnerabilidad que es fascinante. Su personaje es un hombre marcado por el pasado, un ex militar atormentado por sus decisiones. Pero, a pesar de la ambigüedad que lo envuelve, la película le otorga momentos de profunda humanidad. Las interpretaciones del resto del elenco – Samuel Blenkin, Ben Whishaw, and Nicolette Kazan – son igualmente sólidas. Cada uno aporta una capa a la complejidad del grupo, revelando gradualmente sus relaciones, sus resentimientos y sus momentos de conexión. Lo que la película logra es un retrato, casi quirúrgico, de la dinámica interpersonal bajo presión.

El guion, aunque conciso, se beneficia de su capacidad para evitar clichés narrativos. La película no se dedica a ofrecer explicaciones fáciles o a resolver todos los misterios de forma inmediata. En cambio, se centra en el proceso de revelación, dejando que las verdades emerjan de forma orgánica, a través de diálogos sutiles y de miradas reveladoras. Sin embargo, a veces la deliberada lentitud del guion puede sentirse un tanto tediosa, particularmente en la primera mitad. Aunque esta deliberación se justifica por el deseo de construir la atmósfera, podría haber sido optimizada para mantener un ritmo ligeramente más dinámico, evitando que la tensión se sienta sostenida durante demasiado tiempo. El final, aunque impactante, podría haber sido aún más satisfactorio con un mayor desarrollo de las implicaciones de ciertos eventos.

A pesar de este ligero inconveniente, “Ivy” es una experiencia cinematográfica potente y memorable. Es un estudio psicológico de la soledad, la culpa y la búsqueda de redención, envuelto en un entorno claustrofóbico y con una fotografía impecable. Una película que exige atención y reflexión, que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan corrido.

Nota: 7/10