J. Edgar (2011)

“J. Edgar” es una película que no busca glorificar a su protagonista, sino diseccionarlo. La obra de Clint Eastwood, estrenada en 2011, no entrega una biografía convencional de Edgar Hoover, sino un retrato complejo y a menudo inquietante de un hombre cuya vida estuvo profundamente marcada por el secreto, el control y la necesidad de mantener una fachada impecable. Eastwood no rehúye la ambigüedad de Hoover, presentando al espectador un individuo que, a pesar de ser considerado un héroe nacional, fue un hombre con profundas contradicciones y, sin duda, una vida personal tormentosa.

El director demuestra una maestría impresionante en la construcción de la atmósfera. La película se siente densa, opresiva. La fotografía en blanco y negro, con un uso sutil del color en momentos clave, contribuye a esta sensación de claustrofobia y misterio. La dirección artística es impecable, recreando con fidelidad los ambientes de la época y reflejando la personalidad de Hoover a través de la meticulosidad en los detalles, desde la iluminación hasta la decoración de sus oficinas.

Leonardo DiCaprio ofrece una actuación extraordinaria. Su Hoover es un personaje que requiere una gran reserva de sutileza, y DiCaprio la cumple a la perfección. Domina la mirada distante, el lenguaje corporal controlado, la capacidad de proyectar tanto poder como vulnerabilidad. Es una actuación densa, casi inaudible en ocasiones, pero esencial para comprender la complejidad del personaje. No se trata de una actuación grandilocuente, sino de una interpretación basada en la observación, en la comprensión de la psicología del sujeto.

El guion, adaptado de la biografía de David Naslund, es quizás el punto más discutible de la película. Si bien es preciso en los hechos históricos, a veces se siente un poco apático en la exploración de la vida personal de Hoover. Se nos cuenta lo que hizo, pero no tan a fondo lo que sentía. La película se centra más en sus acciones como director del FBI, en sus intrigas políticas y en su lucha por mantener el poder, que en sus relaciones personales, que resultan ser la clave para comprender su ser. Las escenas con la esposa de Hoover, Jeanette, interpretada por Naomi Watts, son particularmente conmovedoras, y muestran un lado de Hoover que raramente se ve en los relatos oficiales.

Sin embargo, la película tiene una fuerza innegable en su análisis de la psicología del poder y la construcción de la identidad. "J. Edgar" nos obliga a cuestionar la noción de heroísmo, a preguntarnos si el hombre que protege al país a veces puede ser un hombre que se oculta a sí mismo. Es un retrato inquietante, que deja una sensación de incomodidad, y que permanece en la mente mucho después de que los créditos finales han terminado. Una película que merece la pena ver, y reflexionar sobre ella.

Nota: 7.5/10