Jack en la caja maldita (2019)

“Jack en la Caja Maldita” (Jack in the Box, 2019) no es una película que se deja ir fácilmente. Es una experiencia inquietante, construida sobre un concepto simple pero inquietante: la apertura de una vieja muñeca de payaso, el Jack-in-the-box, desencadena una serie de eventos sobrenaturales que se ciernen sobre una familia que se muda a una casa antigua. La película se apoya en el horror psicológico y el suspense atmosférico, prefiriendo la lentitud y la sugestión al terror inmediato y fácil. Este enfoque, aunque no siempre gratificante para los espectadores acostumbrados a sustos repentinos, resulta ser su mayor fortaleza.

La dirección de Jay Sklar, quien también se encarga del guion, es notable. Sklar consigue crear una sensación de opresión y paranoia desde las primeras escenas. El uso de la cámara, a menudo enfocada en los rostros de los personajes o en los detalles inquietantes del entorno, contribuye a la atmósfera de constante tensión. La paleta de colores, predominantemente apagada y con tonos verdosos y amarillentos, refuerza esta sensación de malestar. Sin embargo, la película, en ocasiones, se inclina hacia la exageración, introduciendo elementos de terror que no siempre se integran de forma orgánica en la narrativa. Los momentos de horror más explícitos, aunque visualmente decentes, diluyen un poco la sutileza inicial que la película tanto premia.

El reparto cumple bien con sus papeles. Andrew Scott, como el padre de la familia, transmite la angustia y la creciente desesperación de manera convincente. Su interpretación es matizada y permite al espectador conectar con su situación. La hija, interpretada por Sophie Thompson, aporta una vulnerabilidad palpable, y el hermano, dado el menor tiempo en pantalla, logra dejar una impresión positiva. Es notable el trabajo de los actores en la representación de la dinámica familiar, que se ve afectada cada vez más por los sucesos paranormales. No obstante, la profundidad de los personajes, en general, no se expande lo suficiente, quedando relegados a su rol en el desarrollo de la trama.

El guion, como se ha mencionado, se apoya en la sugestión. La película no recurre a clichés del género, evitando, en gran medida, los jump scares y optando por una sensación constante de incomodidad. La historia se desarrolla a un ritmo pausado, con un juego inteligente entre lo real y lo que se percibe. Los flashbacks, utilizados para revelar el pasado de la familia y el origen de la caja, son efectivos y contribuyen a la construcción del misterio. El final, aunque abierto a la interpretación, es inquietante y deja al espectador reflexionando sobre las consecuencias de sus actos y la posibilidad de que las entidades sobrenaturales persigan a aquellos que las han despertado. La película juega, con inteligencia, con nuestras expectativas y nos recuerda que, a veces, lo que más asusta es lo que no podemos ver.

A pesar de algunos momentos un tanto exagerados, “Jack en la Caja Maldita” ofrece una experiencia cinematográfica memorable, con una atmósfera tensa y un guion que logra generar intriga. Es una película que se queda en la mente, invitando a la reflexión sobre los límites entre la realidad y la percepción. No es un espectáculo para todas las edades, ni para aquellos que buscan acción y sustos fáciles, pero si buscas una película de terror inteligente y con una buena dosis de atmósfera, esta puede ser una opción interesante.

Nota: 7/10