“James y el melocotón gigante” es una propuesta visualmente deslumbrante y emocionalmente resonante que, a pesar de su premisa aparentemente infantil, aborda temas complejos de pérdida, soledad y la necesidad de encontrar tu propio camino. La dirección de Alexandre Duval es, en su mayor parte, magistral. El uso de colores vibrantes, especialmente en las escenas dentro del melocotón, crea un mundo interno rico y surrealista, que se siente tanto onírico como profundamente real para el espectador. Duval evita la infantilización excesiva, optando por una estética que recuerda a los cuentos de hadas pero sin renunciar a un cierto rigor visual. El ritmo de la película, aunque pausado en ocasiones, es deliberado y sirve para permitir que el espectador se sumerja en la experiencia del protagonista, enfatizando su aislamiento y la búsqueda de conexión.
Las actuaciones son un punto fuerte indiscutible. Finn Wolfhard, en el papel de James, entrega una interpretación conmovedora y sutil. Su vulnerabilidad es palpable, y su evolución a lo largo de la película es convincente. No es un niño excepcionalmente virtuoso, sino un chico normal lidiando con una pérdida devastadora, y Wolfhard logra transmitir ese sentimiento de soledad y necesidad de escapar. La película también cuenta con un elenco de secundarios memorables, con especial mención a los dos tíos, que, lejos de ser simplemente villanos, representan la frialdad y la indiferencia del mundo exterior. Sus interpretaciones son complejas y matizadas, añadiendo profundidad al relato.
El guion, escrito por Alexandre Duval y Mathilde Marchand, es el elemento más delicado de la película. La historia, a primera vista, podría parecer simple, pero la película explora temas como el duelo, la autoaceptación y la importancia de la imaginación. La ambientación dentro del melocotón es la clave, no solo como refugio físico, sino como un espacio de auto-descubrimiento. Los personajes que James encuentra dentro del melocotón no son meras caricaturas, sino espejos que reflejan diferentes aspectos de su propia personalidad y de su lucha interna. La película aborda el tema del duelo con sensibilidad, evitando sentimentalismos gratuitos y enfocándose en la importancia de la aceptación y el proceso de curación. Sin embargo, hay momentos en los que el guion se vuelve un poco excesivamente simbólico, y algunas de las metáforas podrían haber sido más sutiles. A pesar del pequeño matiz, la película logra conectar con el espectador a un nivel emocional profundo.
En definitiva, “James y el melocotón gigante” es una película original, visualmente atractiva y con un corazón grande. Es una historia sobre la pérdida, la soledad y la búsqueda de un lugar al que pertenecer, envuelta en un mundo de fantasía que invita a la reflexión. No es una película para todos los públicos, pero para aquellos que buscan algo diferente y que aprecien una historia con sustancia y sensibilidad, es una experiencia cinematográfica que vale la pena.
Nota: 8/10