Jason Bourne (2016)

“Jason Bourne” (2016) no es la película de acción que muchos podrían esperar, ni siquiera la que la franquicia ha ofrecido en el pasado. Se trata, en realidad, de un ejercicio más complejo y sombrío, un thriller de espías que se centra menos en la espectacularidad y la violencia gráfica, y más en la lenta y dolorosa reconstrucción de la identidad de un hombre devastado. Jeremy Renner, como Nicky Parsons, el ex-operativo ahora empleado en el FBI, se convierte en el punto de partida para esta nueva aventura, y su conexión con Bourne, un hombre consumido por la amnesia y la desconfianza, impulsa la narrativa hacia adelante.

La dirección de Paul Greengrass, a quien deberíamos agradecer una notable vuelta a la acción tras “Bourne Ultimatum”, es lo que realmente distingue a esta película. El estilo documental, con tomas a la cámara, gran movimiento, y una ausencia casi total de música de fondo durante las escenas de acción, crea una sensación de inmediatez y peligro constante. No se trata de escenas coreografiadas para el entretenimiento, sino de momentos de supervivencia visceral, donde el protagonista se ve obligado a improvisar y utilizar sus habilidades para superar obstáculos. Estos momentos de acción, aunque menos frecuentes que en las entregas anteriores, son significativamente más impactantes por su realismo y sus consecuencias palpables.

Matt Damon, por su parte, entrega una actuación sobria y cautelosa. Evita la grandilocuencia que a veces le restaba credibilidad en las películas anteriores, ofreciendo una interpretación más contenida y llena de matices. Su Bourne es un hombre roto, desconfiado, y atormentado por sus recuerdos, pero también es un hombre capaz de una brutalidad necesaria para sobrevivir. La relación entre Bourne y Parsons es el núcleo emocional de la película, y Renner le da una profundidad y un carisma que complementan a la perfección la interpretación de Damon. La química entre ambos actores es convincente y contribuye a la credibilidad de la historia.

El guion, escrito por Hampton Fancher, es, sin duda, el punto débil de la película. A pesar de su ambición de explorar las consecuencias psicológicas del trauma y la lucha por recuperar la memoria, la trama se siente a veces lenta, fragmentada y a veces incoherente. Algunas subtramas, como el misterio de las "Cápsulas", se desenvuelven de forma poco convincente y no añaden mucho valor a la narrativa general. A pesar de ello, la película consigue mantenerte enganchado gracias a la atmósfera opresiva y al ritmo deliberadamente pausado. Se intenta, sin éxito quizás, desarrollar un análisis más profundo de la fragilidad del sistema y de las consecuencias de los secretos gubernamentales, pero se queda en un simple planteamiento.

A pesar de sus deficiencias narrativas, "Jason Bourne" es una película de espías inteligente, tensa y visualmente impactante. No es una película de acción para aquellos que buscan explosiones y persecuciones desenfrenadas, sino una reflexión sobre la pérdida de identidad, la memoria y las consecuencias de las decisiones tomadas en el pasado. Es una película que obliga al espectador a ser paciente y a confiar en la dirección y las actuaciones.

Nota:** 6/10