Jeanne (2019)

“Jeanne”, la película de Bertrand Bonmarche, no es un espectáculo grandilocuente, ni una épica de guerra glorificada. Es, en cambio, una meditación inquietante sobre la fe, la ambición y el poder, envuelta en una atmósfera de opulencia decadente y una estética fría, casi documental. La película, basada en hechos reales pero filtrados a través de una lente personal e interpretativa, nos presenta a Juana de Arco, no como un icono religioso victorioso, sino como una figura compleja y vulnerable, atrapada en un conflicto político y religioso que ella misma, de alguna manera, encarnaba.

La dirección de Bonmarche es magistral en su minimalismo. El uso de la cámara, predominantemente fija y con largos planos secuencia, crea una sensación de claustrofobia y anticipación. No hay grandes giros de cámara ni persecuciones trepidantes. Se centra en las expresiones faciales de Lise Leplat Prudhomme, que ofrece una interpretación absolutamente convincente de la joven Juana. Su mirada, a menudo llena de determinación, pero también de confusión y duda, es el centro de la película. La actriz transmite de forma impecable la fragilidad interior de una líder religiosa que se ve abrumada por la responsabilidad y la traición. Fabrice Luchini, como el Obispo Pierre Cauchon, ofrece una actuación sutil pero efectiva, retratando la ambición intelectual y la hipocresía del inquisidor.

El guion, aunque a veces se siente pausado hasta el punto de la lentitud, es lo que realmente distingue a “Jeanne”. No busca un final grandioso ni un mensaje moral claro. Más bien, se dedica a explorar la ambigüedad moral de la situación: ¿es Juana una hereje o simplemente una joven impulsada por una genuina creencia? La película no nos proporciona respuestas fáciles. La ambientación histórica se siente auténtica, no por la recreación de paisajes o vestuarios, sino por la meticulosa atención a los detalles cotidianos de la corte y del tribunal. La película consigue evocar el ambiente del siglo XV, sin recurrir a clichés. Se aprecia, sobre todo, la tensión constante entre las religiones en conflicto, y la manipulación política que la acompaña.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. La lentitud puede resultar frustrante para algunos espectadores, y la falta de diálogos directos obliga al público a interpretar las motivaciones de los personajes a partir de sus acciones y miradas. Además, la estética, aunque efectiva para crear la atmósfera deseada, puede resultar fría y distante, alejando al espectador de la historia. No obstante, “Jeanne” es una película que invita a la reflexión y que, a pesar de su lentitud y su falta de convencionalismos, merece la pena ser vista. Es una obra que no ofrece soluciones, pero sí que plantea preguntas importantes sobre la fe, el poder y la naturaleza humana.

Nota: 7/10