J'entends plus la guitare (1991)

“J’entends plus la guitare” (No escucho más la guitarra) es una película de Jean-Jacques Andriuolo que, lejos de ser una mera recreación de la efervescencia del 68, se instala en la melancólica introspección de aquellos que sintieron el impacto de sus ideales rompiéndose contra la dura realidad. La película no ofrece un drama de acción o un manifiesto político; en cambio, se centra en la desilusión silenciosa y el anhelo de una juventud que ha perdido su brújula moral y, lo que es más importante, la conexión con la música que representaba su esperanza.

Andriuolo dirige con una sensibilidad notable, construyendo una atmósfera densa y opaca, similar a la de un álbum de blues olvidado. La filmografía de París en 1968 es, en sí misma, evocadora, pero la película va más allá, filtrándola a través de la mirada de sus personajes. La fotografía, cuidada y con una paleta de colores apagados, contribuye a este sentido de decadencia y nostalgia. No se busca la espectacularidad, sino la autenticidad de un momento histórico que, para estos jóvenes, se convierte en un recuerdo difuso y agridulce.

Las actuaciones son sólidas y honestas. Benoît Régent, como el protagonista, transmite con maestría la fragilidad de un joven consumido por la pérdida y el arrepentimiento. Su mirada, a menudo perdida en el recuerdo, es el corazón de la película. Johanna ter Steege, que también participa en el guion, aporta una presencia sutil pero efectiva, interpretando a una mujer que ha sabido encontrar su propio camino, aunque el camino no sea el que esperaba. Yann Collette y Mireille Perrier, aunque con papeles más secundarios, contribuyen al mosaico de personajes que conforman este microcosmos parisino.

El guion, escrito por Andriuolo y ter Steege, es, quizás, el aspecto más fuerte de la película. Evita clichés y simplificaciones, explorando la complejidad de las relaciones humanas en un contexto social convulso. No ofrece respuestas fáciles ni juicios moralizantes. La película se limita a mostrar las consecuencias de las elecciones individuales, la incapacidad de mantener la esperanza y la sensación de que los sueños se han desvanecido. El diálogo es natural y a veces poético, pero siempre impregnado de una melancolía innegable. La película no glorifica la Generación del 68, sino que la presenta como un grupo de jóvenes atrapados en una espiral de autodestrucción, impulsada por la búsqueda inútil de la libertad y la felicidad.

En definitiva, “J’entends plus la guitare” no es una película fácil de ver, ni tampoco una de las más entretenidas. Es un retrato introspectivo y conmovedor de la desilusión y la pérdida. Una película que, a pesar de su tono sombrío, ofrece una reflexión valiosa sobre la naturaleza humana y la complejidad del tiempo. No es un manifiesto, sino una experiencia.

Nota: 7.5/10