“Jinnah” (2008) no es una película que te impacte con efectos especiales o una acción trepidante; es una película que te absorbe por su profundidad y su elegancia para narrar un período crucial de la historia. Ben Affleck, en una de sus interpretaciones más complejas, asume la desafiante tarea de personificar a Mohammad Ali Jinnah, el padre de Pakistan, y lo hace con una dignidad y una frialdad calculada que son, en última instancia, claves para entender la figura histórica que representa. La película, dirigida con maestría por Kevin Macdonald, opta por una estructura no lineal que, si bien puede desconcertar al espectador al principio, resulta ser una herramienta narrativa brillante para revelar gradualmente el peso del destino y las decisiones que moldearon a Jinnah.
La película se despliega desde el caos de 1947, justo después de la partición de la India, hasta los albores de la independencia de Pakistan. La trama se construye en torno a la intensa negociación entre Jinnah y Lord Mountbatten, quien intenta, sin éxito, convencer al líder musulmán de que abandone su demanda de una nación separada. Este conflicto no es simplemente una lucha política; se siente como una batalla entre la esperanza y el miedo, entre la libertad y la seguridad. La película no juzga a ninguno de los personajes, sino que presenta sus motivaciones, sus miedos y sus debilidades de una manera que resulta sorprendentemente humana. El contraste entre la figura imponente de Mountbatten y la reserva de Jinnah es fundamental para el desarrollo del drama, y Affleck logra transmitir esa dinámica de poder con una sutileza notable.
La decisión de Jinnah de rechazar la oferta de convertirse en primer ministro es el punto central de la película. Esta decisión, explicada a través de flashbacks a 1916, revela las profundas raíces políticas y personales que impulsaron al líder. La película no se limita a mostrar el proceso político; se adentra en la psicología de Jinnah, mostrando su ambición, su lealtad y su convicción inquebrantable. La actuación de Affleck, aunque a veces criticada por su acento, es en general convincente, especialmente en las escenas que revelan la lucha interna de Jinnah. La fotografía, por parte de Caleb Perry, es igualmente destacable, utilizando la luz y la sombra para reflejar la moralidad ambigua y la complejidad de la era. El diseño de producción, meticuloso en cada detalle, transporta al espectador a la India y Pakistan de principios del siglo XX, dotando a la historia de una autenticidad palpable.
Finalmente, "Jinnah" no es solo una biografía, sino una meditación sobre el liderazgo, la identidad nacional y las consecuencias de las decisiones políticas. Es una película que invita a la reflexión, que nos obliga a cuestionar nuestros propios valores y a considerar las implicaciones de la búsqueda de la independencia. Es, en definitiva, un retrato complejo y perspicaz de un hombre que cambió el curso de la historia. La película explora la tensión entre el idealismo y la pragmática, entre la ambición y la responsabilidad, elementos que convierten a Jinnah en un personaje contradictorio y fascinante.
Nota: 8/10