John muere al final (2013)

“John muere al final” es, en su esencia, una propuesta de ciencia ficción que se atreve a jugar con conceptos extraños y perturbadores. La película se presenta como una advertencia sutil, una insinuación sobre la fragilidad de la humanidad y el potencial devastador de una tecnología desconocida. El título mismo, deliberadamente inquietante, anticipa una conclusión que se mantiene hasta el final, aunque la forma en que se alcanza esa conclusión es lo que realmente merece atención.

El guion, escrito por los hermanos Miller, no se limita a presentar un “problema” tecnológico. La idea de la “salsa de soja”, que transporta a sus consumidores a través del tiempo y, a su vez, los transforma en entidades irreconocibles, es fascinante. La película no se gasta en explicaciones complejas ni en desarrollos científicos elaborados. En cambio, se centra en las consecuencias graduales de esta invasión silenciosa, mostrando cómo la humanidad se ve afectada por la alteración de la realidad. La tensión no surge de explosiones espectaculares o persecuciones frenéticas, sino de una sensación constante de inquietud y de la pérdida progresiva de la identidad. A veces, la sutileza es más efectiva que la grandilocuencia, y el filme acierta en este sentido. Sin embargo, la lentitud, que a veces se acerca a la parálisis, puede resultar un obstáculo para el espectador que espera un ritmo más dinámico.

Las actuaciones de John Newman y David O'Hara como John y David son sólidas y contribuyen al tono inquietante de la película. Ambos actores logran transmitir la sensación de personajes ordinarios, incluso patéticos, que se ven obligados a asumir un papel heroico que no solicitan. Newman, en particular, ofrece una interpretación honesta y vulnerable de John, un hombre que lucha contra sus propios demonios mientras intenta salvar el mundo. O'Hara, por su parte, aporta al personaje de David una mezcla de desesperación y determinación que resulta convincente. La química entre los dos actores es crucial para el éxito de la película, y logran transmitir la creciente tensión y el temor que experimentan a medida que las cosas se ponen más difíciles.

La dirección de Simon Gray es discreta pero eficaz. El uso de la fotografía, con sus tonos apagados y la atmósfera opresiva, refuerza la sensación de amenaza inminente. La banda sonora, minimalista y perturbadora, contribuye a la atmósfera general de la película. No obstante, el estilo de Gray, aunque correcto, a veces se siente un poco impersonal. Falta, en algunos momentos, un mayor pulso narrativo y una apuesta más decidida por la creación de imágenes impactantes. La película tiene momentos de brillantez visual, pero carece de un estilo distintivo que la haga sobresalir dentro del género de ciencia ficción.

En definitiva, “John muere al final” es una película que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la identidad, la fragilidad de la realidad y el peligro de la innovación descontrolada. No es una obra maestra, pero sí una propuesta interesante y bien ejecutada que, a pesar de sus defectos, merece la pena ser vista por aquellos que disfrutan de la ciencia ficción más cerebral y provocadora. Es una película que te queda en la mente mucho después de que terminan los créditos.

Nota: 7/10