“John Rambo” (2017), la última incursión en la saga del ex-boina verde, es una película que no busca reinventar la rueda, sino que se abraza a lo que hizo grande a la franquicia: un héroe taciturno, atormentado por su pasado, que se ve forzado a salir de su relativo aislamiento para llevar a cabo una misión peligrosa. Aunque no alcanza la intensidad visceral de las entregas más tempranas, la película ofrece un sólido entretenimiento y, sorprendentemente, una reflexión sobre el trauma y la culpa.
Garrett Edson, director de antaño, nos entrega un Rambo interpretado con la intensidad que merece por parte de Sylvester Stallone. Stallone, con su característico enfoque en el peso de la experiencia, logra transmitir la melancolía y el desasosiego de un hombre que ha visto demasiado. La película se enfoca en el peso emocional del personaje, en su lucha interna contra la violencia que lo define. No hay grandes momentos de acción grandilocuentes, sino que la violencia, cuando se presenta, es cruda y realista, evocando el horror de la guerra civil vietnamita. La película se centra en la supervivencia, la resistencia y el costo humano de la guerra, elementos que siempre han sido centrales en la obra de Rambo.
El guion, aunque no destaca por su originalidad, se basa en un marco narrativo efectivo. La trama, centrada en la necesidad de llevar ayuda a los refugiados en Birmania, proporciona un punto de partida sólido para explorar el conflicto interno del protagonista. La película no intenta complicar la historia con subtramas irrelevantes, manteniendo el foco en la misión principal y en el desarrollo del personaje. Sin embargo, el guion podría haber profundizado en la relación entre Rambo y los refugiados, añadiendo un componente emocional más rico. La película se beneficia de su concisión, evitando divagaciones innecesarias.
La cinematografía, a cargo de Peter Smallwood, juega un papel fundamental en la creación del ambiente opresivo y peligroso de la jungla. Los planos son nítidos y evocadores, y el uso de la luz y la sombra contribuye a generar una atmósfera de tensión constante. La banda sonora, orquestada por Alan Silvestri, complementa la imagen, creando una experiencia auditiva que refuerza la sensación de peligro y desesperación. El vestuario y la ambientación son impecables, logrando recrear de forma convincente el entorno de Birmania. La película se beneficia enormemente de la autenticidad del escenario y la recreación visual del conflicto.
En definitiva, “John Rambo” no es una obra maestra, pero ofrece un entretenido regreso del héroe taciturno. Es una película que honra el legado de la saga, sin temor a referirse al pasado y, paradójicamente, ofreciendo una visión más humana de un personaje que a menudo ha sido reducido a una caricatura. Es un Rambo vulnerable, herido por las heridas invisibles que la guerra le ha dejado.
Nota:** 7/10