Jóvenes amiguitas buscan placer (1982)

“Jóvenes amiguitas buscan placer” es una propuesta cinematográfica que, en principio, apunta a ser una comedia erótica con un toque de melodrama familiar. Sin embargo, lo que finalmente se nos presenta es una obra con una ambigüedad deliberada, un ritmo pausado y una dirección que, si bien logra crear una atmósfera particular, a veces se ve envuelta en su propia complejidad. La película, a pesar de no adherirse a los clichés del género, busca explorar la represión sexual, el deseo reprimido y las tensiones inherentes a las relaciones matrimoniales, elementos que, en mi opinión, es donde realmente reside su mayor interés.

La dirección de Roberto Córdoba es la pieza central de la película. Córdoba no se dedica a mostrar abiertamente las escenas subyacentes, sino que se enfoca en la observación de los personajes, en la microgestión de sus expresiones faciales y en la construcción de la tensión entre ellos. El uso del silbido y la iluminación, aunque a veces resulta un poco artificioso, contribuye a generar una sensación de inquietud y a mantener al espectador en un constante estado de anticipación. No es una película de acción, ni una comedia desenfollada; es una meditación sobre la incomunicación, la desilusión y la búsqueda de la satisfacción a través de un camino inesperado. El paisaje andaluz, con sus calles empedradas y sus casas blancas, se convierte en un personaje más, reflejando, tal vez, la aridez y la sensación de bloqueo emocional que se palpan en los personajes.

El reparto, encabezado por un impresionante Miguel Herrán como el taciturno y reservado Julián, entrega actuaciones sólidas. Herrán, en particular, logra transmitir con una mirada y un gesto la profundidad de su personaje, la frustración y el anhelo que lo mueven. La química entre los actores es notable, especialmente entre Herrán y Lucía Jiménez, quien interpreta a la pragmática y aparentemente indiferente María. Sin embargo, creo que el guion, escrito por Córdoba y Álvaro Márquez, podría haber profundizado en el desarrollo de las motivaciones individuales de cada personaje. Si bien las relaciones se exploran con cierta sutileza, a veces se echa de menos una mayor exploración psicológica, especialmente en el personaje de Paula, interpretada por Sofía Ibáñez. La película plantea preguntas sobre la naturaleza del deseo y la moralidad, pero no siempre ofrece respuestas satisfactorias.

El guion, aunque efectivo para generar atmósfera, se centra demasiado en la premisa de la operación encubierta, relegando a un segundo plano la dinámica emocional de las parejas involucradas. Es una lástima porque la historia se desarrolla de una manera sutil pero a menudo inquietante, creando momentos de tensión y complicidad que podrían haber sido aún más impactantes si se hubieran explorado con mayor detalle. La película no pretende ser fácil de digerir; exige una atención constante y una cierta disposición a aceptar la ambigüedad, pero eso, a mi parecer, es lo que la hace especial. Es una obra que invita a la reflexión, aunque no necesariamente a la aprobación.

Nota: 7/10