Joy: El nombre del éxito (2015)

“Joy: El nombre del éxito” es una película que nos recuerda, con una pincelada amable y a veces sutil, que el éxito verdadero raramente viene de la brillantez individual, sino del ingenio, la perseverancia y, sobre todo, de una intuición innata. La película, dirigida por David O. Russell, no se centra en la grandilocuencia de una historia de emprendimiento explosiva, sino en el lento y progresivo ascenso de Joy Mangano, una mujer cuya vida cotidiana se transforma en una historia de lucha y, finalmente, de triunfo. Russell elige deliberadamente no caer en clichés de la teletienda, aunque la ambientación y las situaciones, por momentos, recuerden a ese mundo, sin caer en la parodia.

La película destaca por las actuaciones de Jennifer Lawrence, quien ofrece una interpretación magistral de Joy. Lawrence no se limita a interpretar a una inventora; encarna la fragilidad, la vulnerabilidad y la ambición silenciosa de una mujer que lucha por ser escuchada en un mundo dominado por hombres. Su Joy es imperfecta, llena de dudas y miedos, lo que la hace extraordinariamente humana y cercana. Aunque, siendo cierto que a veces el personaje se siente un poco plano y su evolución no siempre se siente orgánica, la entrega de Lawrence es innegablemente convincente. Junto a ella, Bradley Cooper como el marido de Joy, Giancarlo, ofrece una actuación notable, mostrando un lado más maduro y complejo de su personaje, alejándose de los estereotipos de marido “dudoso”. También merece mención la actuación de Diane Wiest, quien, como siempre, aporta una presencia imponente y una profundidad emocional al interpretar a la madre de Joy, una mujer que, aunque autoritaria, muestra un profundo amor maternal.

El guion, adaptado de la novela homónima de Rachel Bloom y Jonathan Safran, se centra en la construcción del personaje de Joy. La narrativa no es lineal, sino que se desenvuelve a través de flashbacks que revelan la historia personal de la protagonista, sus inseguridades y su relación con su pasado. Russell utiliza flashbacks de manera inteligente, creando un ritmo pausado que permite al espectador conectar con la evolución de Joy y comprender las motivaciones detrás de sus acciones. Si bien el guion podría haber profundizado un poco más en las implicaciones sociales y económicas del ascenso de Joy, y en las presiones que enfrentaba como mujer en el mundo empresarial de los 90, se centra en el viaje emocional y personal de la protagonista, lo que resulta ser una elección acertada. La película no glorifica el éxito, sino que lo presenta como el resultado de una lucha constante, de la perseverancia y de la capacidad de creer en uno mismo, incluso cuando nadie más lo hace.

En definitiva, “Joy: El nombre del éxito” es una película entrañable y reflexiva que celebra la tenacidad y la inteligencia. No es una historia de éxito explosiva, sino un retrato honesto y conmovedor de una mujer que, a pesar de sus dificultades, logra construir un imperio con su propio ingenio. Es una película que invita a la reflexión sobre el significado del éxito y la importancia de la voz de las mujeres en un mundo que a menudo las silencia.

Nota: 7/10