“Jude” es una película de época que, a pesar de su sobriedad y lentitud, logra sumergir al espectador en la Inglaterra del siglo XIX, ofreciendo una reflexión sobre el amor, la clase social y las limitaciones impuestas a las mujeres. La película de Roland Susoalski, adaptada de la novela homónima de Gustave Flaubert, no es una experiencia cinematográfica ligera, sino una pieza audaz que exige paciencia y un cierto interés en las complejidades de sus personajes. La dirección de Susoalski, a menudo criticada por su estilo visual austero, en este caso resulta un vehículo adecuado para la atmósfera opresiva y moralista que se respira en la obra original.
La película se centra en la vida de Jude Fawley, interpretado con una intensidad magnética por Vincent Price. Price, que ya era un actor consumado, ofrece una actuación sutil y, a la vez, profundamente conmovedora. Su Jude no es un héroe romántico, sino un hombre con un anhelo de educación y conocimiento, frustrado por su origen humilde y por las convenciones sociales. La mirada de Price, a menudo cargada de melancolía y duda, transmite a la perfección la lucha interna de Jude entre sus aspiraciones y sus deseos. La relación con Arabella, interpretada por Coralina Dallas, es presentada con una crudeza que subraya las diferencias de clase y el mero juego de seducción que la impulsa. Dallas, aunque menos carismática, cumple con su papel de catalizador del conflicto.
La relación con Sue, interpretada por Wendy Hiller, es el corazón de la película. La amistad que se desarrolla entre ambos es palpable y, en cierto modo, profundamente conmovedora. Hiller logra transmitir la inteligencia, la sensibilidad y la fortaleza de Sue, una mujer que, a pesar de las normas sociales de la época, se rebela contra las expectativas impuestas. La química entre Price y Hiller es excelente, creando una escena de diálogo y contemplación que se erige como uno de los momentos más memorables de la película. La película no rehuye mostrar la dificultad de la situación de Sue, enfrentada a la pobreza y al prejuicio social, lo que añade una capa de realismo a su personaje.
El guion, adaptado con notable fidelidad a la novela, se adhiere a la voz de Flaubert, transmitiendo la moralidad implacable y el pesimismo inherente a la obra. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices; en cambio, se limita a mostrar las consecuencias de las decisiones de Jude, el peso del destino y la persistente desigualdad social. La película se permite ser densa y contemplativa, reservando la acción para momentos puntuales que sirven para subrayar la fragilidad de la existencia y la inevitabilidad del sufrimiento. Susoalski se abstiene de caer en melodramatismos, optando por una representación realista, aunque a veces lenta, de los personajes y sus circunstancias. La fotografía, en su mayoría en blanco y negro, contribuye a la atmósfera sombría y melancólica de la película, enfatizando la dureza del entorno y la precariedad de la vida de los personajes.
En definitiva, “Jude” es una película que merece la pena ver, no por su espectacularidad o su ritmo frenético, sino por su valentía y su capacidad para provocar una reflexión profunda sobre la condición humana. Es un retrato honesto y sin concesiones de una época y de las limitaciones que impone a las personas.
Nota: 7/10