Judy (2019)

“Judy” es una película que se aferra con tenaz fuerza a la fragilidad y la gloria desvanecida de una de las voces más icónicas de la historia del espectáculo: Judy Garland. Ryan Murphy, a pesar de ser un nombre controversial en el cine, logra con esta obra, en gran medida, ofrecer una mirada honesta y conmovedora a los últimos días de la artista en Londres, durante la Navidad de 1968. El invierno londinense, gélido y opresivo, funciona como telón de fondo perfecto para el aislamiento emocional y la lenta agonía de Judy.

La dirección de Murphy se distingue por su notable capacidad para recrear atmósferas y transmitir el estado de ánimo general de la película. Las escenas en los clubes nocturnos, llenos de humo y ambiente festivo, contrastan brutalmente con la soledad que Judy siente en su hotel. La película no se centra en una narrativa llena de acción o giros argumentales complejos. Su fuerza reside en la observación cuidadosa de los detalles: el lenguaje corporal de Judy, sus pequeñas manías, la forma en que se relaja o se tensa al hablar. Murphy consigue, sin adornos, que el espectador sienta la desesperación que la consume, a pesar de la belleza de su voz.

La interpretación de Renée Zellweger es, sencillamente, fenomenal. Zellweger abandona casi por completo su imagen pública y se sumerge en el papel de Judy con una intensidad y una sutileza impresionantes. No se trata de una imitación; es una representación visceral del alma atormentada de la estrella. La vulnerabilidad que Zellweger transmite es contagiosa, y su representación de la lucha interna de Judy – entre el recuerdo de su grandeza pasada y la amargura de su presente – es profundamente conmovedora. La química con Andrew Garfield, quien interpreta a Mickey Deans, es genuina y proporciona un contrapunto importante a la melancolía que impregna la película.

Si bien la película ha recibido algunas críticas por enfocarse demasiado en la decadencia personal de Judy y menos en los eventos de su vida, esta elección narrativa, en mi opinión, es la correcta. El guion, escrito por Curran Brinston y Eric Roth, se basa principalmente en las memorias de Mickey Deans, lo que le confiere un toque de autenticidad. No obstante, la película evita caer en la melodramatización y se centra en el retrato psicológico de la artista. El ritmo, por momentos lento, permite que la historia respire y que el espectador se conecte plenamente con el personaje. Es una película que exige paciencia y sensibilidad, pero recompensa con la mirada íntima de un drama humano excepcional.

El sonido, crucial para la experiencia, es un elemento fundamental. La voz de Judy, a pesar de sus limitaciones, sigue siendo un tesoro. La película se empeña en preservar la autenticidad de su timbre y en evitar la reconstrucción digital, lo que añade un valor imborrable a la experiencia.

Nota: 8/10