“Jugando a papás” es una comedia negra con un toque de drama que, a pesar de sus intenciones, resulta un tanto discordante y, en última instancia, decepcionante. Dirigida con una estética cuidada que recuerda a las comedias estadounidenses de los 90, la película se centra en la historia de Leonor y Juan, un matrimonio adinerado que, tras años de intentos fallidos para concebir, recurre a una solución poco ética: contratar a una mujer para que lleve a término el embarazo de Juan. El guion, aunque comienza con una premisa interesante y con potencial para generar situaciones cómicas y dilemas morales complejos, termina sucumbiendo a clichés y a un desarrollo argumental superficial.
La dirección de dirección de Marta Herdián es competente, estableciendo un ambiente visualmente agradable, con escenarios lujosos que reflejan la posición económica de los protagonistas. Sin embargo, la película carece de una visión más audaz. Se permite explorar la psicología de los personajes con cierto matiz, mostrando la frustración y el dolor por la imposibilidad de formar una familia. Sin embargo, la exploración de estas emociones se diluye en la trama central, que se convierte en una serie de situaciones forzadas y diálogos poco convincentes. La película se apega demasiado a la comedia negra, relegando el drama y el análisis moral a un segundo plano.
Las actuaciones son aceptables, aunque no excepcionales. Miguel Ángel Silvestre ofrece una interpretación sólida como Juan, transmitiendo la desesperación y el conflicto interno del personaje. Sofía Ibáñez, por su parte, interpreta a Leonor con una frialdad que a veces se siente superficial. No obstante, la verdadera sorpresa llega con la interpretación de Ana, el personaje encargado de llevar a término el embarazo. La actriz, Carmen Martín, logra dar vida a una mujer que, a pesar de su situación, mantiene una dignidad y una fuerza interior que, paradójicamente, despiertan la empatía del espectador. La química entre Martín y Silvestre, aunque no siempre fluida, es fundamental para que el público se involucre en la historia.
El guion, en general, presenta un problema central: la falta de profundidad. Los personajes secundarios son poco más que figuras caricaturescas, utilizadas para dar pie a situaciones cómicas que, en la mayoría de los casos, resultan inverosímiles. La trama se complica con elementos innecesarios, como una investigación policial encubierta, que no contribuyen significativamente al desarrollo de la historia. Si bien la película plantea cuestiones éticas interesantes sobre la reproducción asistida, la voluntad de ser madre y la mercantilización de la vida, no profundiza en ellas, simplemente utilizando la premisa como excusa para crear situaciones cómicas fáciles. “Jugando a papás” busca entretener, pero no logra provocar una reflexión profunda sobre los temas que aborda, terminando siendo un entretenimiento superficial y predecible.
Nota: 6/10