“Jurassic World” (2015) no es simplemente una secuela, sino un intento de redefinir la franquicia, buscando un equilibrio entre el terror pulp de las primeras entregas y la sofisticación de los efectos especiales modernos. La película logra, en gran medida, ese objetivo, ofreciendo una experiencia cinematográfica visualmente deslumbrante y con un ritmo que, aunque a veces desigual, mantiene al espectador enganchado desde el principio hasta el final. La dirección de Colin Trevorrow es sólida y, en el apartado visual, la película se erige como un triunfo de la tecnología y el diseño de producción.
La trama, inicialmente, presenta un premisa intrigante: un parque temático que intenta “domesticar” dinosaurios, décadas después del desastre original de Jurassic Park. Sin embargo, la película no se limita a recrear el horror de la isla perdida. En lugar de eso, se centra en el lado comercial y tecnológico de la ambición humana, mostrando la constante búsqueda de control y la reacción inevitable ante la imprevisibilidad de lo desconocido. La película aborda, de manera velada pero efectiva, temas como la ética científica, el exceso de confianza en la tecnología y la deshumanización del medio ambiente. El conflicto principal no se centra en la mera supervivencia, sino en la gestión de una crisis que amenaza el imperio económico que se ha construido sobre la exhibición de criaturas peligrosas.
Las actuaciones son generalmente sólidas. Chris Pratt, como Owen Grady, aporta un toque de humor y dinamismo al personaje del joven veterinario, un elemento clave para el desarrollo de la narrativa. Aunque la dinámica entre Pratt y Bryce Dallas Howard (Sarah Harding) carece de la profundidad que se podría haber esperado, su interacción es funcional y necesaria para impulsar la acción. Austin Stowell como el ejecutivo de InGen, Ross Wilder, ofrece un personaje ambiguo que, aunque breve, añade una capa de complejidad a la trama. Sin embargo, el personaje de Samuel L. Jackson como el Dr. Henry Wu, lamentablemente, no alcanza su potencial máximo y se limita a proporcionar ciertos diálogos y motivaciones.
En cuanto al guion, “Jurassic World” presenta algunas debilidades. El ritmo, a veces, se siente forzado, con escenas de acción abruptas intercaladas con momentos de diálogo superfluos. La construcción del nuevo dinosaurio, el Velociraptor Renovado (Indominus Rex), aunque una idea innovadora, se siente algo predecible y, en última instancia, no logra superar las expectativas creadas por las películas anteriores. No obstante, la película se beneficia de la tensión creada por el ambiente claustrofóbico del parque y la sensación constante de que algo terrible puede ocurrir en cualquier momento. El diseño de los dinosaurios, especialmente el Indominus Rex, es, de nuevo, impresionante y captura la esencia de lo "terrible" que deberían ser estas criaturas.
A pesar de sus fallos, “Jurassic World” es una película entretenida y visualmente impactante que, en última instancia, cumple su función como un espectáculo cinematográfico. La película sabe cómo evocar el espíritu de las películas originales, al tiempo que explora nuevas ideas y temas. Representa un buen punto de partida para un nuevo capítulo en la saga, dejando la puerta abierta a futuras exploraciones del mundo de los dinosaurios.
Nota: 7.8/10